Ante el fallecimiento de Mons. Dorado Soto, Obispo emérito de Málaga

El Señor ha querido llevarse a la patria celeste a D. Antonio Dorado, obispo emérito de Málaga. Tras haber pastoreado las diócesis de Guadix, Cádiz y Ceuta, la diócesis de Málaga fue la última etapa de su ministerio episcopal, donde dedicó dieciséis años de su vida.

Fue un pastor bueno, que actuó en nombre de Jesucristo, el Buen Pastor, representándole en las acciones sacramentales y eclesiales. Dedicó su larga vida episcopal, de casi cuarenta y cinco años, al cuidado de la grey que el Señor tuvo a bien encomendarle.

Con su carácter amable, su temperamento jovial y su sencillez se ganó el corazón de los fieles. Hombre cercano, se interesaba por los demás y por sus problemas; gustaba del diálogo fraterno y amical; sabía compartir su tiempo y dedicar esfuerzo para la comunión y la unidad.

Queremos agradecer a Dios el regalo que nos ha hecho en la persona de D. Antonio y la fecundidad espiritual de su pontificado; su entrega generosa en el ejercicio de su ministerio episcopal.

Ahora descansa ya en el Señor y goza de su presencia. Tras compartir la muerte con Jesucristo, pedimos que comparta con Él la resurrección. D. Antonio se nos ha adelantado a celebrar la Pascua; él ha pasado ya por la muerte temporal y ahora entra en el misterio divino, para gozar plenamente de la resurrección de Jesucristo, para vivir la Luz indeleble, para disfrutar de la alegría y de la pascua eterna. ¡Descanse en la paz de Dios!

+ Jesús Catalá

Obispo de Málaga


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