«Os animo a promover la devoción a Nuestra Señora de las Angustias; a enriquecer la vida espiritual de cada miembro de nuestras comunidades cristianas», afirmó el Obispo de Málaga, Mons. Catalá, en la homilía del Solemne Pontifical de Coronación de la Virgen de las Angustias de Vélez Málaga.
CORONACIÓN CANÓNICA DE LA IMAGEN
DE NUESTRA SEÑORA DE LAS ANGUSTIAS
EN LA PARROQUIA DE SAN JUAN BAUTISTA
(Vélez Málaga, 14 septiembre 2014)
Lecturas: Nm 21, 4b-9; Sal 77, 1-2.34-38; Flp 2, 6-11; Jn 3, 13-17.
1. Tras un largo período de preparación, la comunidad cristiana de Vélez-Málaga se apresta hoy, de manera gozosa y festiva, a coronar canónicamente la imagen de la muy querida Nuestra Señora de las Angustias. ¡Enhorabuena a todos! Os propuse en el año 2012 un programa a realizar y un camino a recorrer y lo habéis llevado a cabo de modo responsable.
El Rvdo. D. Francisco Sánchez, consiliario de la Cofradía, ha ido acompañándoos fraternalmente, pero al mismo tiempo con firmeza y tesón. Sabía que faltaba recorrer la etapa final y os animó a hacerlo como buenos corredores de fondo. El camino de la fe y del testimonio cristiano no es cómodo, ni es una carrera corta, ni apto para personas que quieran llevar una vida sin esfuerzo; es, más bien, un camino largo y difícil; tan largo que empieza en el bautismo y termina en la eternidad. Es decir, no termina; porque se puede pensar que después de la muerte temporal ya acabó todo; pero después de la muerte se sigue amando y el amor de cada fiel podrá seguir creciendo.
Puedo constatar que este proceso ha sido una bendición de Dios, quien os ha permitido ilusionaros juntos, trabajar juntos, estrechar los lazos de la comunidad parroquial y también entre todos los veleños. Hoy tenemos la alegría de imponer a la imagen de Nuestra Señora de las Angustias una hermosa corona, que expresa nuestro amor hacia Ella y nuestra aceptación como Señora y Madre nuestra.
2. La advocación de las Angustias de María ha gozado de gran fervor en el antiguo Reino de Granada, como lo demuestra el patronazgo sobre la Archidiócesis granadina. Esta devoción aparece extendida también en la comarca de la Axarquía malagueña.
Hay constancia histórica antigua de la presencia de la Cofradía en la parroquia de San Juan Bautista. Desde las primeras décadas del pasado siglo unos comerciantes veleños acogen esta advocación, ya existente, y se hacen cargo de la Cofradía. Desde entonces se realiza la estación de penitencia el Viernes Santo por la noche.
En la persecución religiosa sufrida en España en los años treinta del siglo XX se pierde casi todo el patrimonio de la Cofradía; también se perdió mucho patrimonio de la Iglesia: templos quemados, casas parroquiales y de hermandades destruidas. Y a finales de ese mismo siglo se reorganiza la Cofradía por el empeño de antiguos hermanos. Se amplía y reconfigura el nuevo trono procesional y se encarga la construcción de una nueva cruz, potenciando la devoción y enriqueciendo los enseres cofrades.
3. Pero lo más importante es el aumento y la promoción de la devoción mariana a la advocación de las Angustias; y el respeto filial a la Madre de Dios, cuyo Hijo nos ha redimido en el madero salvador de la cruz. Hoy celebramos la fiesta litúrgica de la Exaltación de la Cruz. La Madre ha compartido los sufrimientos del Hijo y por eso es llamada Nuestra Señora de las Angustias.
Si contempláis la imagen, la Virgen tiene en su regazo a su Hijo exánime, que ya no está en la cruz, sino que ha sido desclavado; ha muerto por amor a los hombres. La Virgen lo mira, preguntándose en sus adentros: ¿Qué habéis hecho con mi Hijo? Contemplad el rostro de la Virgen, que mira a su Hijo hecho un guiñapo. Las manos izquierdas de ambos están casi entrelazadas. Jesús está muerto y no puede agarrar la mano de su Madre, como tantas veces lo habría hecho desde su infancia. Pero la Madre, en un intento de mantenerse cerca de su Hijo, lo acoge en sus rodillas con el brazo derecho y entrelaza su mano izquierda con la de su Hijo. Esta imagen es la que veneramos y vamos a coronar; esta imagen es la que debemos contemplar como creyentes; porque la Virgen también nos contempla a nosotros.
4. Hoy tenemos la alegría de coronar esta imagen de nuestra querida Madre. La coronación canónica de una imagen de la Virgen debe cumplir unos requisitos y adecuarse a unos criterios que la Iglesia propone. La advocación debe estar establecida en la diócesis desde tiempo inmemorial; debe ser una devoción acogida en el seno del pueblo fiel cristiano y vivida en la cotidianidad de su compromiso bautismal.
Coronar una imagen de María implica aceptarla como Reina de cielos y tierra, y acogerla en nuestro corazón como Madre y Maestra.
El libro del Apocalipsis nos ofrece una referencia a la realeza de María: «Un gran signo apareció en el cielo: una mujer vestida del sol, y la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza» (Ap 12, 1).
Los santos padres y los papas han hablado de esta naturaleza regia de María. Ella es Reina por su divina Maternidad. Es Madre del Hijo de Dios y madre nuestra; su realeza deriva de Cristo, Rey del universo, y Ella es Madre del Rey invicto. La realeza de la Virgen María le viene también por su misión de corredentora del género humano. Según el papa Pío XII, que declaró la asunción de María a los cielos, Ella «debe ser llamada Reina no sólo por razón de su maternidad divina, sino también porque la voluntad divina la hizo tener parte excelentísima en la obra de nuestra eterna salvación» (Ad caeli Reginam, 14 [1954]).
5. Las cofradías, como bien sabéis, nacieron todas con una finalidad común: el ejercicio de la caridad entre los hermanos y también con los más necesitados. En plan familiar suelo decir que en la época en que nacieron las cofradías no existía la seguridad social; y las cofradías asumían el cuidado de enfermos y necesitados y la sepultura de los difuntos. A través de la solidaridad y la ayuda a los necesitados se demuestra el auténtico amor a la Virgen y a su Hijo Jesucristo.
Me alegra saber que vuestro compromiso de caridad continúa respaldando la dimensión social y atendiendo las necesidades más básicas de quienes carecen de lo necesario.
El papa Francisco, en su exhortación «Evangelii gaudium», nos recuerda la dimensión espiritual del ejercicio de la caridad y su objetivo de implantar el Reino de Dios: «Nuestra respuesta de amor tampoco debería entenderse como una mera suma de pequeños gestos personales dirigidos a algunos individuos necesitados, lo cual podría constituir una «caridad a la carta», una serie de acciones tendentes sólo a tranquilizar la propia conciencia. La propuesta es el Reino de Dios (cf. Lc 4,43); se trata de amar a Dios que reina en el mundo. En la medida en que Él logre reinar entre nosotros, la vida social será ámbito de fraternidad, de justicia, de paz, de dignidad para todos. Entonces, tanto el anuncio como la experiencia cristiana tienden a provocar consecuencias sociales. Buscamos su Reino: «Buscad ante todo el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás vendrá por añadidura» (Mt 6,33). El proyecto de Jesús es instaurar el Reino de su Padre; Él pide a sus discípulos: «¡Proclamad que está llegando el Reino de los cielos!» (Mt 10,7) (N. 180).
Por tanto, cuando realizamos esta dimensión caritativa estamos colaborando a la implantación del Reino de Dios en la tierra. ¡Seguid así, queridos cofrades y queridos fieles!
6. Hoy queremos compartir anhelos e ilusiones, expresar nuestra fraternidad espiritual, establecer mejores vínculos de unión entre los miembros de la Hermandad y entre todos los fieles ve
leños.
Os animo a promover la devoción a Nuestra Señora de las Angustias; a enriquecer la vida espiritual de cada miembro de nuestras comunidades cristianas; a fomentar el apostolado; a trabajar por la nueva Evangelización, a la que nos han invitado los últimos Papas.
El discípulo de Jesús no debe tener miedo de ser testigo de Jesucristo, que es Camino, Verdad y Vida (cf. Jn 14, 6) para todos los hombres. El cristiano y el cofrade deben estar dispuestos a proclamar la verdad delante de las autoridades de este mundo y delante de los hombres.
Recordemos las palabras del mismo Jesús: «A quien se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre que está en los cielos» (Mt 10, 32-33). Son palabras un tanto durillas.
7. Os felicito por el testimonio público de fe, que realizáis, cuando salís por las calles con vuestros titulares, manifestando vuestra fe en Jesucristo y dando testimonio del mayor acto de amor, que jamás otro ser humano ha realizado en la historia: la muerte en cruz de un inocente por la salvación de todos los hombres.
La liturgia de la Iglesia celebra hoy la fiesta de la Exaltación de la Cruz. Jesucristo ha sido exaltado y glorificado en el madero salvador de la cruz. Hoy hemos escuchado hoy en el evangelio de san Juan: «Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna» (Jn 3, 14-15).
Atención, el evangelio dice «el que crea en él», el que crea en Jesucristo como Dios y hombre verdadero. No se refiere a cualquier tipo de expresión religiosa; no se trata de creer en algo, o como se estila ahora decir: Creer en fuerzas o energías positivas. La fe cristiana es aceptar en fe y en amor a una persona real que ha existido en la historia, encarnándose como hombre y que sigue viviendo glorificada: Jesucristo.
El amor de Dios Padre, manifestado en su Hijo amado, sea el fundamento y el motor de nuestra vida: «Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn 3, 16).
8. La Virgen de las Angustias comparte con su Hijo amado los sufrimientos de la donación total de su vida hasta la última gota de sangre. Nosotros debemos estar dispuestos a compartir con Madre e Hijo los sufrimientos por la extensión del Reino de Dios.
El compromiso bautismal nos pide un testimonio cotidiano, un martirio incruento, al menos por el momento, vivido desde la fe en las cosas de cada día. Os felicito y os animo a seguir dando siempre testimonio de vuestra fe.
Pedimos a la Santísima Virgen María, Nuestra Señora de las Angustias, que nos acompañe en nuestro caminar hacia la patria del cielo y que nos haga testigos valientes del Evangelio.
Amén.