
El 7 de octubre celebramos la festividad de Nuestra Señora del Rosario, patrona de numerosas localidades de nuestra diócesis y titular de decenas de templos, hermandades y cofradías.
En las letanías lauretanas, nos dirigimos a ella como “reina de la paz”, título propio de la que es la madre del príncipe de la paz. Fue el papa Benedicto XV quien, un 5 de mayo de 1917, en plena I Guerra Mundial, incorporó esta letanía en el rezo del Rosario. Pocos días después, el 13 de mayo, tuvo lugar la primera aparición de la Virgen de Fátima, que pidió a los videntes: «Rezad el Rosario todos los días para alcanzar la paz del mundo y el fin de la guerra».
Dos guerras mundiales después, inmersos ya en la “tercera guerra mundial por etapas”, el papa León XIV ha invitado de nuevo a todos a rezar el rosario por la paz durante todo el mes de octubre, «personalmente, en familia y en comunidad». Habrá una celebración especial el 11 de octubre, en la Plaza de San Pedro, dentro de la vigilia del Jubileo de la Espiritualidad Mariana y en el aniversario de la apertura del Concilio.
Oración en el rosario por la paz del papa Francisco
Oh María, Madre nuestra, estamos de nuevo aquí ante ti. Tú conoces los dolores y las fatigas que en esta hora abruman nuestro corazón. Nosotros elevamos la mirada hacia ti, nos sumergimos en tus ojos y nos encomendamos a tu corazón.
También a ti, oh Madre, la vida te reservó difíciles pruebas y humanos temores, pero fuiste valiente y audaz; confiaste todo a Dios, le respondiste con amor, te ofreciste incondicionalmente. Como intrépida Mujer de la caridad, fuiste rápidamente a ayudar a Isabel; con prontitud percibiste la necesidad de los esposos durante las bodas de Caná; con fortaleza interior en el Calvario iluminaste de esperanza pascual la noche del dolor. Por último, con ternura de Madre animaste a los discípulos temerosos en el Cenáculo y, con ellos, acogiste el don del Espíritu.
Ahora te suplicamos, ¡escucha nuestro clamor! Necesitamos tu mirada amorosa que nos invita a confiar en tu Hijo Jesús. Tú que estás dispuesta a acoger nuestros dolores, ven a socorrernos en este tiempo en que estamos oprimidos por las injusticias y devastados por las guerras; enjuga las lágrimas sobre los rostros sufridos de cuantos lloran la muerte de sus seres queridos, de sus propios hijos; despiértanos del letargo que ha oscurecido nuestro camino y despoja nuestros corazones de las armas de la violencia, para que se cumpla pronto la profecía de Isaías: «Con sus espadas forjarán arados y podaderas con sus lanzas. No levantará la espada una nación contra otra ni se adiestrarán más para la guerra» (Is 2,4).
Madre, dirige tu mirada maternal a la familia humana, que ha perdido el gozo de la paz y ha extraviado el sentido de la fraternidad. Madre, intercede por nuestro mundo en peligro, para que custodie la vida y rechace la guerra; para que cuide a los que sufren, a los pobres, a los indefensos, a los enfermos y a los afligidos, y proteja nuestra casa común.
Te suplicamos, Madre, la misericordia de Dios, ¡tú que eres la Reina de la paz! Convierte los corazones de quienes alimentan el odio, silencia el ruido de las armas que provocan la muerte, apaga la violencia que habita en el interior del hombre e inspira proyectos de paz en las decisiones de quienes gobiernan las naciones.
Madre, Reina del santo Rosario, desata los nudos del egoísmo y disipa las nubes oscuras del mal. A nosotros tus hijos llénanos con tu ternura, levántanos con tu mano bondadosa y danos tu caricia de Madre, que nos hace esperar el advenimiento de una nueva humanidad donde «el desierto será un vergel y el vergel parecerá un bosque. En el desierto habitará el derecho y la justicia morará en el vergel. La obra de la justicia será la paz» (Is 32,15-17).
Oh Madre, Salus Populi Romani, ¡ruega por nosotros!