Melilla celebra las bodas de plata sacerdotales de Roberto, su vicario

Diócesis de Málaga
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Roberto Rojo, el vicario de Melilla, celebra el sábado 15 de marzo sus bodas de plata sacerdotales. Para Roberto, la efeméride será especial por muchos motivos. Uno de los principales es que le acompañará el obispo emérito, D. Ramón Buxarrais, capellán del Centro Asistencial La Gota de Leche de Melilla, amigo incondicional de Roberto y quien que le ordenó sacerdote hace 25 años en la Catedral de Málaga. «Que me acompañe él es, quizá, el mejor regalo», confiesa Roberto.

El vicario de Melilla, que nació en Madrid hace 62 años, también estará arropado en este día por el cariño de amigos que significan mucho en su vida: «Amistades judías, musulmanas e hindúes compartirán conmigo este momento mío, tan importante de mi fe». Y es que en la ciudad de Melilla, donde conviven distintas confesiones, Roberto ha sabido ganarse a pulso el afecto y el cariño de todos. Sin distinción. Al vicario de Melilla tan habitual es verle tomando café con los feligreses de sus parroquias como con musulmanes o con hebreos. «Algunas veces a mí me dicen: «Tenga usted cuidado con esas amistades de otras religiones, a lo mejor se la pegan». Pues sí, a lo mejor me la pegan. A Cristo yo creo que también se la pegaron y sus brazos estuvieron siempre extendidos para todo el mundo».

El vicario de Melilla tenía 37 años cuando se ordenó sacerdote. Pasó por Villanueva de Algaidas, Archidona, Alfarnate y Alfarnatejo. «Los inviernos eran muy duros en la carretera, con los hielos y las curvas…», recuerda Roberto. «Al año siguiente tomé Colmenar y Riogordo. Ahí estuve siete años, y después pasé a Marbella, a Las Chapas. Llegué a conseguir que esa comunidad, un poco flotante de veraneantes en las distintas etapas del año se conociesen y se saludasen. Estuve nueve años. De ahí pasé a ser el vicario de Melilla, que es donde estoy actualmente desde hace tres».

Roberto afirma que en estos 25 años de sacerdocio ha habido lugar para todo. Para lo bueno y para lo malo. Entre los gratos recuerdos, destaca uno en especial: la carta que le envió una feligresa que recibió todos los sacramentos por vez primera de manos de Roberto. «Todavía la conservo…está llena de faltas de ortografía, ¡pero escrita con tanto cariño! Y dando las gracias por todo lo que yo le había enseñado y por cómo había recibido a Jesucristo». La otra cara de la moneda, el día más difícil, fue para Roberto la pérdida de su madre. «Ella era de ir a misa diaria, y una mañana se levantó, y dijo: «Hoy no puedo ir a misa, pero me vas a dar la unción de enfermos». Fue el momento más duro de mi vida», recuerda Roberto, sin poder contener las lágrimas.

Pero, entre todas estas luces y sombras, largos días de viaje y tensiones, se impone el presente. Y el trabajo de un hombre infatigable: es párroco de dos iglesias -la de la Purísima Concepción y la del Sagrado Corazón de María-, representa a la comunidad cristiana en la Mesa Interconfesional -una plataforma destinada a fomentar la convivencia enriquecedora entre las distintas religiones- y, como vicario, hace presente a la Diócesis de Málaga en Melilla y representa al obispo, D. Jesús Catalá.

En sus escasos ratos libres, lee. O camina hasta el Paseo Marítimo, parándose a hablar, entre tanto, con las personas que interrumpen su paso en busca de consejo o consuelo. Roberto derrocha energía a raudales. Y admite que, todavía le queda mucho por hacer en Melilla: «A mí me gustaría, como una representación de lo que voy a hacer en la celebración de los 25 años sacerdotales, abrir los brazos de Cristo, no los míos, los de Cristo, para que pueda acoger esa pluralidad de pensamientos y de actuaciones. Porque al final yo estoy convencido de que todos nos vamos a ver en el mismo Reino».

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