«Que ninguna persona muera sola en Málaga». Francisco Rosas, médico y padre de dos hijos, recuerda esta monición que le hizo el obispo de Málaga al nombrarle delegado de Pastoral de la Salud hace año y medio.
-Hay varias citas importantes de Pastoral de la Salud para 2015, entre ellas las Jornadas Nacionales de los Profesionales Sanitarios Cristianos que tendrán lugar en Málaga. ¿Qué tratarán?
-La Asociación de Profesionales Sanitarios Cristianos (PROSAC) nos ha pedido colaboración para celebrar en Málaga estas jornadas, que tendrán lugar del 20 al 22 de marzo en la Casa Diocesana. Es un privilegio para nosotros. Estamos, ahora mismo, inmersos en la vorágine de buscar a los ponentes y los componentes de las mesas redondas. De forma general, el tema que se va a tratar es precisamente el lema que se ha desarrollado este año para toda la Iglesia Universal: «La sabiduría del corazón. Otra mirada es posible con un corazón nuevo». Con ellas, se pretende que todos los profesionales sanitarios cristianos que trabajamos en la sanidad -celadores, enfermeros, médicos- podamos llevar la sanación y la salvación que Jesucristo nos da al mundo del trabajo y al mundo laboral donde nosotros participamos, que es con el enfermo. Estamos poniendo muchos medios y lo estamos tratando con mucho cuidado para que tenga un buen resultado y también podamos reclutar en Málaga a un grupo de profesionales sanitarios cristianos que quieran colaborar en esta situación. Es importante, tal y como está la realidad del mundo sanitario, que los cristianos seamos testimonio y demos ejemplo dentro de la sanidad a nivel de nuestra ciudad.
-¿Cuáles son las realidades en las que trabaja la Pastoral de la Salud?
-En la delegación somos pocas personas. Cuando el obispo me nombró delegado, me dijo una cosa que me impactó: «Paco, que en Málaga no muera ningún enfermo solo». Nosotros, la Pastoral de la Salud y la delegación existimos para animar, para dar materiales de formación y ayudar en las tres realidades de la Diócesis: las parroquias, los capellanes y los profesionales sanitarios cristianos.
-¿Cómo se forma a las personas de las parroquias que entran a formar parte de la Pastoral de la Salud?
-La Pastoral de la Salud es una pastoral bastante importante y delicada, porque es tratar con personas en un momento muy débil de su realidad, de su existencia, de su vida. A principio de año tenemos un encuentro en el que damos todos los materiales formativos para que se puedan distribuir en las parroquias. Este año lo hicimos hace unas semanas, vinieron 200 personas de Málaga y provincia. Se les da un itinerario para que se vayan formando en ese tiempo. También tenemos un curso básico de Pastoral de la Salud, que aporta los elementos que debe reconocer una persona que va a trabajar en ella. Generalmente, las visitas se hacen entre dos personas, una de ellas experimentada. Se trata de aliviar y hacer el bien, se puede hacer daño si no hay una preparación previa. Se cuida mucho para que vayan dos personas, para que quien sea nuevo vaya conociendo cómo es la realidad.
-¿Se presta ayuda espiritual a los cuidadores?
-El lema, importante, que aplicamos es: «cuidador, cuídate». Si un cuidador no sabe cuidarse es imposible que pueda atender a una persona enferma. Para la Pastoral de la Salud no es importante solo la persona enferma, sino también la realidad que la rodea. Muchas veces, cuando vamos a visitar a un enfermo vemos que hacemos más bien tratando o acompañando al cuidador que al propio enfermo. A veces el enfermo vive peor la realidad. Esto forma también parte de la Pastoral de la Salud, igual que el duelo. También acompañamos a las familias en esa realidad, cuando han perdido a un ser querido.
-¿Ha podido apreciar cómo la fe reconforta en la enfermedad?
-Sí. Muchas veces, cuando se visita a los enfermos se beneficia más el propio visitante, uno mismo, porque encuentra cariño, encuentra ternura, encuentra una realidad que tú ni siquiera te las espera ni que pueda existir. Hay personas que viven la enfermedad con una paz, tranquilidad y armonía que llegan a conmoverte. Incluso en los mismos hospitales a veces nos sorprendemos de cómo una persona puede vivir una realidad dura de una forma tan natural. Eso es vivir la enfermedad sanamente. Lo que se comprueba es que cuando una persona tiene fe, generalmente, vive la enfermedad de otra forma. Eso lo constatamos quienes visitamos y estamos cerca de los enfermos. El tener una creencia, el tener algo, hace vivir la enfermedad con otra paz y armonía frente a la vida.
-¿La enfermedad puede llegar a ser un punto de inflexión en la vida?
-Cuando hay una enfermedad importante, que te coge en un momento malo de la vida, y te rompe todos tus esquemas y proyecto de vida, psicológicamente se pasa por varias fases. Hay personas creyentes que al principio incluso rechazan esa creencia y rechazan a Dios. Te preguntas, en una primera fase, «por qué me ha pasado esto», «por qué me ha ocurrido a mí»… El paso siguiente suele ser una aceptación. Otras personas viven esa realidad del sufrimiento con aceptación. El sufrimiento se puede vivir de distintas formas, una de ellas como algo que te imponen para un bien. Esto ocurre, por ejemplo, con los misioneros que se van fuera. Pero cuando hay un sufrimiento impuesto, no buscado por ti, no puedes idealizarlo como si fuera algo que tú has aceptado eso. Eso se nota mucho en las personas. Porque cambia la manera de ver la enfermedad. Generalmente, tener una actitud positiva ante la enfermedad no solo es sano, sino beneficioso. Es lo que es vivir la enfermedad sanamente, que es algo que también es posible.