Máster de familias (Casa Diocesana-Málaga)

Diócesis de Málaga
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La diócesis de Málaga es una sede episcopal dependiente de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Málaga.

Homilía de Mons. Jesús Catalá en la Eucaristía con motivo del Máster de familias celebrado en Casa Diocesana Málaga.

MÁSTER DE FAMILIAS

(Casa Diocesana, 2 agosto 2025)

Lecturas: Lev 25, 1.8-17; Sal 66, 2-3.5-8; Mt 14, 1-12.

(Tiempo Ordinario XVII – Sábado)

1.- La vocación al amor

Queridos amigos, termináis hoy el curso del Máster de Familia obteniendo el “Diploma de especialización en pastoral familiar”. No se trata principalmente de obtener un título, sino de profundizar en la realidad más importante que vive el ser humano: el amor; esa palabra tan usada, que nuestra sociedad manipula para expresar una realidad muy distinta a su verdad. En el lenguaje común de nuestra sociedad cuando se habla de amor se refiere a otra cosa muy distinta de lo que es en verdad.

La fundamentación del amor está en Dios, quien nos ha amado primero (cf. 1 Jn 4, 19), porque es “Amor” por definición: «Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él» (1 Jn 4, 16). Dios nos ha dado primero, antes de nosotros hacer nada. Por eso, la primera actitud que se desprende de este amor es la acción de gracias, correspondiendo al amor del Señor.

El ser humano está llamado a vivir el amor; ésa es su vocación fundamental que le caracteriza y lo distingue de los demás seres. El amor consiste en una relación personal; sea con Dios, sea con una persona humana. El amor es comunión entre personas, como bien sabéis los que realizáis este curso; y para ello es necesario aceptar la vida en comunión con otra persona. De ese modo la comunión se convierte en el fin intrínseco de los actos humanos.

El amor no es puro sentimiento o afecto, sino una experiencia originaria que nos determina como seres humanos. Vivimos para ser amados y para amar.

2.- Prioridad del amor de Dios

Queridos niños, ¿quién ha amado primero?; ¿vuestros padres a vosotros, o vosotros a vuestros padres? Los que estéis de acuerdo, levantad la mano. (Todos levantan la mano). Muy bien; queda claro que el amor consiste en primer en ser amado. Quien es amado, está capacitado para amar; pero quien no tiene la experiencia de ser amado, muy difícilmente podrá amar.

A nivel religioso podemos hacernos la misma pregunta: ¿Quién ha amado primero? ¿Dios a nosotros, o nosotros a Dios? La experiencia humana del amor nos ayuda a entender nuestra experiencia con Dios.

3.- La fuente del amor

La fuente del amor se encuentra en Dios, que se revela como creador del universo. El amor se encuentra en el centro de la Revelación. Dios es amor y nos lo ha revelado de modo pleno en Jesucristo: «Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo unigénito” (Jn 3, 16).

Quien quiera vivir el amor debe acudir al manantial de amor, que es Dios. Por tanto, debe rechazar las charcas putrefactas del mal llamado “amor” que nos ofrece la sociedad, porque no es verdadero amor. 

El Señor le dijo a la mujer samaritana: «El agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna» (Jn 4, 14).

Si el amor proviene de Dios, que es “Misterio”, necesariamente hemos de asumir que el amor es el misterio más profundo que vivimos; porque el misterio se “vive” y estamos “inmersos” en él, aunque no lo comprendamos.

Pregunto a los mayores: ¿el misterio, aunque no se acabe de entender, podemos vivirlo? (Responden que sí). Para vivir el misterio hay que sumergirse en él, como en el agua que nos envuelve completamente; hay que dejarse envolver y penetrar por la presencia de Dios-amor.

La vida no la tenemos en la mano, sino que la vivimos, envueltos en el amor de Dios, quien nos la ha regalado.

4.- Jesucristo es el rostro de Dios

Y hemos conocido el amor gracias a Jesucristo (cf. Jn 14, 8; 17, 8; 1 Jn 4, 15-16).     Jesucristo es el rostro de Dios. «Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él» (1 Jn 4, 16). Para el evangelista Juan “conocer” y “amar” son acciones humanas, que se necesitan mutuamente y se complementan.

5.- El amor al prójimo

Una vez se ha experimentado el amor de Dios, el hombre se convierte en capaz de amar. San Juan es muy explícito: «Si alguno dice: «Amo a Dios», y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve» (1 Jn 4, 20).

El amor de Dios no solo nos hace capaces de amar, sino que el amor resulta un mandamiento para cumplir: «Y hemos recibido de él este mandamiento: quien ama a Dios, ame también a su hermano» (1 Jn 4, 21).

Podemos decir que en este curso se os ha enseñado a valorar más el amor; y se os ha invitado a vivirlo. Naturalmente, es preciso amar en primer lugar a las personas más cercanas, ampliando después el círculo. Análogamente a lo dicho por el san Juan: quien no ama a quien tiene a su lado, ¿cómo va a amar al que está lejos? (cf. 1 Jn 4, 20). El matrimonio y la familia son las realidades más básicas donde se vive el amor, que después abarcará a otras personas.

6.- El Año Jubilar 2025

Nos encontramos en el Año Jubilar 2025, al que nos convocó el papa Francisco; no olvidemos que terminará el 6 de enero de 2026.

El libro del Levítico nos ha explicado en qué consiste un año jubilar, celebrado cada cincuenta años, cuya finalidad era la liberación de las personas y la restitución de la propiedad (cf. Lev 25, 8-10).

En sentido cristiano el Año Jubilar nos ayuda a vivir el amor. Es tiempo de penitencia y de perdón; tiempo de conversión al Señor; tiempo de alegría por la salvación obtenida por Cristo; tiempo de realizar gestos de amor al prójimo; tiempo de reconciliarse con quienes hemos litigado o nos hemos enemistado.

Recordemos que es tiempo de gracia del Señor, que debemos aprovechar para crecer en amor y en santidad.

7.- El testimonio de Juan Bautista

En el texto del evangelista Mateo hemos escuchado el motivo por el que Juan Bautista fue decapitado. El rey Herodes había metido en la cárcel a Juan por causa de Herodías, mujer de su hermano Filipo (cf. Mt 14, 3), porque Juan le decía que no le era lícito vivir con ella (cf. Mt 14, 4). En nuestra sociedad abunda el comportamiento inmoral de Herodes.

Vosotros, como matrimonios cristianos, estáis llamados a vivir en coherencia, siendo testigos del “amor esponsal exclusivo”; (repetid estas palabras). Los matrimonios jóvenes al ver vuestro testimonio, deberían comprender que es posible vivir toda la vida con un amor esponsal exclusivo.

Pedimos a la Santísima Virgen María su protección maternal para saber corresponder al amor de Dios, siendo agradecidos; y acudir a las necesidades de nuestros hermanos. Amén.

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