En Málaga hay personas que viven por los suelos: en colchones tirados o en camas compartidas; en habitaciones o en espacios modo motel, compartiendo baño. Españoles y extranjeros. Hay quien comparte casa o habitación porque no puede pagarse una vivienda digna. De hecho, Málaga es la cuarta provincia española más cara por metro cuadrado.
Madrid, Alicante, Cádiz y Málaga, se sitúan en precios máximos, tanto de venta como de alquiler. ¿Cómo van a pagar la vivienda los jóvenes, un núcleo familiar con varios miembros o personas que emigran buscando una vida mejor? El futuro está siendo peligrosamente condicionado. A este paso, veremos cinturones de pobreza en Málaga, viviendas en precario o abusos vinculados al precio de la vivienda. He tenido ocasión de conocer personalmente a una veintena de familias del barrio de Capuchinos que pedían ayuda en Cáritas parroquial de La Divina Pastora. Junto al drama que viven algunos, se le suma quien sufre el abuso de la situación de precariedad económica. ¿Un ejemplo? Joven latinoamericana, licenciada universitaria, que ha emigrado con todos sus ahorros. Nada más llegar, el casero le pide 30 euros por el desplazamiento en taxi para enseñarle el piso y 20 euros por la llave, el costo de la habitación de alquiler que supera los 400 euros, más la fianza. Es injusto. Hay quien no tiene alma. Se aprovecha de la situación de vulnerabilidad que vive la gente. Es lo que tiene vivir situaciones tensionadas de esta manera. La situación no se soluciona con ayudas, aunque ayuden. La situación se soluciona con políticas sociales y económicas sólidas y con proyección de futuro. Seamos capaces de encontrar soluciones en materia de vivienda, dejemos a un lado políticas a corto plazo, actuemos antes de que sea demasiado tarde. Recordemos que Málaga está llamada a consolidarse como una gran ciudad.
Artículo publicado en la sección de OPINIÓN del DIARIO SUR