Málaga prepara la acogida mientras la UE cierra fronteras

Diócesis de Málaga
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La diócesis de Málaga es una sede episcopal dependiente de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Málaga.

La política europea sobre refugiados, que pasa ahora por la devolución a Turquía de todos los inmigrantes que llegan de forma irregular a Grecia, no altera los planes de acogida e integración promovidos por la Iglesia, aunque sí impulsa las acciones de denuncia y sensibilización.

Alrededor de 80 personas llegan mensualmente a Málaga en busca de asilo, muchas tras cubrir la ruta del Norte de África y llegar al Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes de Melilla, otras por vía aérea o por carretera. Las procedencias son diversas: Irán, Siria, y el destino, para casi la totalidad, Alemania, Austria y Holanda. Pero algunos se quedan aquí. Son todavía pocos, lo que no limita los esfuerzos para ofrecerles una respuesta.

La Iglesia de Málaga, que desde un primer momento puso sus recursos a disposición de las entidades que gestionan el asilo, sigue preparando espacios para la acogida a estas personas que huyen de la guerra y el sufrimiento. «No se trata solo de aportar espacios físicos, sino de recordar que debemos promover una cultura de la hospitalidad, de la acogida y el encuentro, del enriquecimiento mutuo entre las culturas, del encuentro entre personas que tienen experiencias de vida diferentes. No son sólo viviendas, es un signo de la sociedad en la que creemos: una sociedad justa, diversa, acogedora, que reconoce en la diferencia la riqueza que enriquece, una sociedad que, de alguna manera, trate de acercarse al ideal que nos proponen los valores evangélicos», afirma Francisco Jiménez, responsable de acogida a refugiados de Cáritas Diocesana.

Fruto de ese convencimiento, que nace del Evangelio, la Iglesia ha alzado su voz de forma unánime, uniéndose a numerosas organizaciones humanitarias, contra el acuerdo alcanzado entre la UE y Turquía. «Es preocupante cómo se están desarrollando los acontecimientos –explica Jiménez-. Los gobiernos europeos no están dando la talla ante una situación que, cada día, es más grave. En vez de promover políticas de migración basadas en la protección y la acogida, han optado por el control de fronteras». Para las entidades sociales de la Iglesia que trabajan de manera conjunta en materia de migraciones, el acuerdo de la UE con Turquía manifiesta, un fracaso en la adopción de una política común de asilo, ya que es «claramente deshumanizante y discriminatorio».

La Conferencia Episcopal, Cáritas, CONFER, Justicia y Paz y el Sector Social de la Compañía de Jesús han respondido con premura calificando las medidas de un claro retroceso de los Derechos Humanos y una negativa a la hospitalidad. «Sólo así es posible traducir el cierre de fronteras, la no existencia de un corredor humanitario de acceso, las mafias y la firma de un acuerdo que se prevé que generará expulsiones rápidas y sistemáticas».

«Pero al igual que es grave la postura de nuestros gobiernos europeos, continúa Jiménez, es preocupante el aumento del racismo y la xenofobia que se da en Europa, criminalizando y responsabilizando a quienes precisamente están huyendo del horror del fanatismo y la guerra» explica.

«Silencio que mueve a la acción»

Ante el acuerdo con Turquía, lo primero que se le vino a la cabeza a Ramón Muñoz, delegado de Migraciones de la Diócesis de Málaga, es que la Unión Europea había tomado una decisión rápida, influenciada por la presión de los sectores más xenófobos de los países de la Comunidad Europea. Su reflexión nace del conocimiento profundo que le ofrece trabajar en este ámbito en una diócesis de frontera. «Estamos ante una política disuasoria, afirma.- Se quiere evitar a toda costa la llegada de nuevos refugiados a las costas europeas. Cuando llegan son ingresados en centros de internamientos, similares a los CIEs de España, y posteriormente son enviados a Turquía. Existen dudas de que se garanticen los derechos que tienen las personas solicitantes de asilo y de que se pueda considerar a Turquía como un «Estado seguro»». Para Ramón Muñoz estamos ante un proceso discriminatorio, sólo centrado en la población siria, y en el que si no se establecen vía seguras y legales de acceso, estas personas buscarán rutas más peligrosas: Libia, Europa del Este o Ceuta y Melilla «y las mafias seguirán «haciendo su agosto»».

Pero en esto sirve de poco remar solo. Por eso, la Diócesis de Málaga se reúne con las diócesis que se encuentran a ambos lados del Estrecho de forma periódica en encuentros propiciados por Cáritas, Confer, Justicia y Paz y las delegaciones de Migraciones. De ese ámbito de reflexión y trabajo conjunto, ha surgido la necesidad de realizar gestos de sensibilización que expresen el sentir de la Iglesia de forma coordinada, como los Círculos de Silencio. La Delegación de Migraciones de Málaga quiere unirse a esta iniciativa, que se realiza en numerosas provincias de España y de toda Europa, pero que en las diócesis de «las dos orillas» se ha establecido de forma coordinada los segundos miércoles de cada mes de 20.00 a 20.30 horas.

Círculos de silencio

Los Círculos de Silencio están inspirados en la «no violencia» y comienzan en Francia por iniciativa de un sacerdote franciscano francés, Alain J. Richard, para promover la solidaridad con los inmigrantes y que apela a la conciencia de quienes hacen las leyes, de quienes las aplican y de aquellos en cuyo nombre son hechas. «Si no cambiamos nuestras conciencias, no podremos cambiar el mundo. Ésa es la premisa sobre la que gira este encuentro en el que pueden participar creyentes y no creyentes. En él se invita a todos los asistentes a reflexionar u orar durante media hora, en silencio, sobre el drama que están viviendo los emigrantes y refugiados». El objetivo no es promover acciones concretas, sino, como explica Ramón Muñoz, que cada persona «a raíz de esta reflexión, se sienta interpelada y urgida a actuar en su propio ambiente acogiendo a estas personas, dándole voz, porque su grito se ha debilitado y silenciado a causa de la indiferencia de los pueblos ricos. No podemos caer nosotros mismos en la indiferencia que humilla, en la habitualidad que anestesia el ánimo, como nos recordaba el papa Francisco en la bula de convocación del Jubileo de la Misericordia. Nuestra denuncia y nuestra presión pueden hacer cambiar la política de nuestros gobiernos». Y añade: «con este gesto queremos hacer realidad la recomendación que nos hacía el Papa a las diócesis, de que la celebración de la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado no se redujera sólo a un hecho puntual. Por eso ponemos en marcha el «Círculo de Silencio» con vocación de perdurabilidad, hasta que los derechos de estos hermanos nuestros sean respetados».

En Málaga el primero de estos encuentros tendrá lugar el miércoles 13 de abril, a las 20.00 horas, en la Plaza de la Constitución de la capital.

Ana María Medina

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