Entrevista al sacerdote diocesano José Durán Águila, nacido en 1930 en Archidona y ordenado en 1954.
¿A vivir se aprende? ¿Y a ser sacerdote?
A vivir sí, sin duda. Y a ser sacerdote también. Hay que tener espíritu para romper cosas que no tienen sentido ahora; es lo que está haciendo el Papa: rompe fronteras y se acerca a todo el mundo. Uno tiene uno que estar dispuesto a esa postura y no atarse al pasado. La Iglesia se ha quedado antigua en muchas cosas y hay que ir rompiendo muchas cosas.
¿Cuál crees que es tu gran aportación a la Diócesis de Málaga?
He tenido varias parroquias, he estado veinte años en la Fraternidad Cristiana de Personas con Discapacidad (FRATER) y también he fomentado y asistido a todo lo que se hacía público en Málaga en favor de la justicia, de la verdad y de los pobres. Hice todo lo posible por asistir y fomentar esas manifestaciones. He intentado no atarme a cosas antiguas que tiene la Iglesia, que tienen su valor, pero es hora de que se cambien muchas cosas.
¿El peor pecado con el que has tenido que lidiar?
Ha sido el aferrarme sobre todo en la celebración de los sacramentos a normas y cosas; hay que ir a lo fundamental del sentido cristiano.
¿Qué cosas te importan de verdad y qué cosas no te importan nada?
Me importa el contacto de párrocos y de sacerdotes, los ejercicios espirituales y la convivencia más relajada de unos con otros y con la gente. No me importan esas categorías que se dan en la Iglesia, ese llamar reverendísimo, ilustrísimo, su Santidad… En fin, yo me remito a Jesús cuando dice que seáis maestros pero no os paséis.
¿Quién es Jesucristo para ti?
Lo mejor que me ha ocurrido en la vida.
¿Qué le dirías a quien se esté planteando si Dios lo llama para ser cura?
Que lo medite y lo piense bien; que tenga relación frecuente y cercana con curas que conozca y tienen cargo pastoral, que sea como una convivencia con familiaridad y sencillez.
¿Podemos decir que hemos venido y estamos aquí para ser felices?
Sí, lo que pasa es que a veces queremos que la felicidad nos la den toda hecha y hay que trabajarla. Dios pone su parte pero nosotros tenemos que poner también la nuestra.
¿Cómo te ves con el paso del tiempo? ¿Has mejorado como los buenos vinos?
Creo que sí, también tengo que arrepentirme de cosas. Uno tiene que hacer examen de conciencia y ver por dónde va, si es demasiado laxo ó demasiado integrista. Yo era de los curas que quería ser lo mejor posible y lo más bueno posible pero acatando siempre las normas de antes que no son las de ahora y de eso te das cuenta con el tiempo.
¿Dónde encuentras la felicidad?
En el amor a Dios y el amor al prójimo con las consecuencias que eso tiene: hacer todo el bien que uno pueda y estar dispuesto a recibirlo. Se trata de buscar el bien de las personas y alejarte de todo egoísmo y ambición. Es decir, vivir con el espíritu del Evangelio.
¿Te preocupa cómo vive la gente? ¿Por qué?
Claro que sí, no paro de pedir en mis oraciones. ¡Es tremendo! me preocupa cómo viven, qué comen, la falta de puestos de trabajo, la falta de esperanza… Todos los que sufren tienen un lugar un preferente en mis oraciones.
¿Qué es para ti el tiempo?
El tiempo es una de las realidades necesarias y fundamentales que tenemos en la vida, pero depende mucho de cómo se emplee.
¿Te arrepientes o tienes remordimientos?
Igual que doy muchas gracias, me arrepiento de muchas cosas. Siempre le digo al Señor que le doy muchísimas gracias, pero que también me perdone.
Hay quien sugiere que la soledad del cura puede llegar a ser insoportable, ¿has vivido la soledad como un calvario alguna vez? Si es así ¿qué hiciste para abrazarlo?
No he sentido soledad, la verdad. La soledad la he vivido de manera positiva, durante unos ejercicios espirituales, por ejemplo, pero ha sido una soledad buscada.
¿Un olor que recuerdes?
El olor de las flores, pero también el olor a bondad, a fraternidad, a cariño, esas cosas también se huelen.
¿La palabra más hermosa del diccionario?
Amor.
A estas alturas del partido ¿volverías a ser sacerdote?
Sí, seguro.
¿Echas de menos la actividad pastoral?
Sí, ¡claro! Este sitio es estupendo y fabuloso, pero perdemos un poco de contacto personal y social a estilo de la parroquia. Aunque aquí intentamos fomentar la amistad, la fraternidad y el cariño. Aquí somos uno más de la familia. Tras romperme la cadera, tengo que ir en sillas de ruedas, y cuando llegó el momento le dije a la silla: “trátame bien, que yo te trataré bien a ti”.
¿Cómo llevas la enfermedad y la ancianidad?
Enfermedades no he tenido muchas, pero si he tenido varias caídas. Cuando me preguntan siempre digo: tengo lo que tengo pero lo estoy llevando muy bien.
¿Cuánto tiempo lleva en la Residencia del Buen Samaritano?
Yo le llamo a esta casa mi taller de reparaciones porque me he caído varias veces y vengo aquí, me curo y me voy a mi casa. Pero esta vez ya es más serio, así que le he dejado mi casa a Cáritas porque ya no voy a volver. Aquí se está estupendamente.
¿Es el Buen Samaritano otro Seminario?
Creo que ahora mismo somos once o doce sacerdotes los que residimos aquí. Y yo creo que sí lo es, y además, en el Seminario en el que yo me eduqué tenía sus normas y sus cosas, pero aquí estamos más libres y tenemos más diálogo unos con otros, no solo con sacerdotes, sino con los residentes, de manera que nosotros queremos hacer aquí una residencia en la que se fomente lo más posible la amistad, la hermandad y el cariño.
Rafael J. Pérez Pallarés