Los jóvenes de hoy están en búsqueda, son soñadores, pero en ocasiones les resulta difícil encontrar en las comunidades cristianas un fervor apostólico que les contagie, que les haga ser “callejeros de la fe”, como dice el papa Francisco en la Evangelii gaudium.
La Delegación de Infancia y Juventud de nuestra Diócesis trabaja también para responder a la demanda de una espiritualidad profunda, y desde el 2013 lleva a cabo los Adoremus, encuentros de oración ante el Santísimo para jóvenes. Se realizan durante todo el año, en la tarde-noche del primer viernes de cada mes, en la parroquia de Santa María de la Amargura. María Arias es responsable de comunicación de la delegación, y explica cómo comenzó: «Conocimos la experiencia en contacto con otras diócesis, donde ya se realizaba. La idea de ofrecer un momento de encuentro con el Señor Sacramentado a los jóvenes nos gustó mucho y decidimos adaptarla a los jovenes de Málaga».
En momentos especiales, los Adoremus salen de su escenario habitual para trasladarse, en diciembre, a la Basílica y Real Santuario de la Victoria, sustituyéndose por la Vigilia de la Inmaculada, y en marzo, mes del Seminario, a la capilla del Buen Pastor, a cargo de los seminaristas. En cada ocasión, los responsables de llevarlo a cabo provienen de una realidad diferente de la Diócesis, ya sea un colegio, una asociación o un movimiento. «Se intenta que logren, a través de esta iniciativa, tener un encuentro verdadero con el Señor, que sientan que les llama por su nombre, que cuenta con ellos, que los quiere -dice María-. Para ello, la exposición del Santísimo suele acompañarse con cantos, imágenes y signos que les lleven a experimentar la cercanía de Jesús y les ayuden a implicarse, a manifestar un compromiso que luego puedan trabajar en sus vidas. Este año, por ejemplo, nos planteamos como objetivo proponerles rezar por personas o situaciones externas a ellos, sentirlas suyas y descubrir que pueden participar mediante la oración. La comunión con la Iglesia Local y Universal es uno de los muchos frutos de los Adoremus».
Mes a mes, el templo se llena de jóvenes procedentes de diferentes realidades geográficas y eclesiales, lo que constituye ya en sí una riqueza, como cuenta la responsable de comunicación: «Encontrarse con otros jovenes que son como ellos para rezar les anima, y el que el centro sea la adoración eucarística es algo que les llama mucho la atención, porque no es una forma de orar habitual para ellos, y tener al Señor delante les motiva, les abre un camino nuevo».
Los Magos, tras la adoración del niño Jesús en el pesebre, cambiaron el rumbo de su viaje. Esta experiencia se repite también en los jóvenes adoradores. «Cuando un joven se encuentra con el Señor, su vida cambia radicalmente y cambia para bien. Hemos conocido casos de jóvenes que han llegado a nuestras actividades por acompañar a los amigos, y nos sorprendemos al descubrir que el Señor les toca también a ellos, se produce un cambio que se hace visible desde fuera, y empiezan a participar en grupos de fe y a ofrecer su tiempo a los que más lo necesitan. Nunca sabemos cómo actúa el Señor, nuestra misión es favorecer ese encuentro, ese lugar donde responder a la llamada del Señor a sentirnos criaturas amadas por Él. Propiciar eso es una de las misiones más bonitas que podemos realizar desde la delegación de Infancia y Juventud».
El relato del Misterio de la Adoración de los Magos de Oriente (Mt 2, 9b-12)
Y, de pronto, la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se retiraron a su tierra por otro camino.
Ana María Medina