Traemos en esta ocasión a las páginas de DiócesisMálaga una prenda que, seguro, sorprenderá a muchos de los lectores y que, en tiempos ya muy lejanos, era parte integrante de las vestiduras episcopales. Nos referimos a las cáligas, también llamadas sandalias, aunque como se puede apreciar en la foto eran en la práctica unos zapatos a los que acompañaban unas calzas o medias de color violáceo.
En la Catedral de Málaga, de los muchos que debieron existir en su guardarropa, solo se conservan este par, auténtico vestigio de un esplendoroso pasado litúrgico. La antigua práctica que seguían los obispos tridentinos estipulaba que estos se revistieran de los ornamentos sagrados en el mismo presbiterio, previamente a la celebración de la Misa, como en la actualidad siguen observando la práctica totalidad de las iglesias orientales.
A la vista de los fieles y, ayudado por los asistentes al altar, el prelado se iba endosando las distintas vestiduras comenzando por este particular calzado, ricamente bordado y del color que correspondía al tiempo litúrgico imperante.
Por supuesto, su uso no correspondía a ninguna excentricidad, sino que llevaba aparejado un simbolismo y unas significaciones morales al igual que el resto de atuendos episcopales. Por lo pronto, era un recordatorio al prelado de que su alta dignidad no la había recibido como ostentación de grandeza o para su descanso, sino para obligarlo a caminar sin tregua por su diócesis con paso firme y siempre en pos de la senda evangélica. Por otra parte, las suelas venían a significar el contacto que debía mantener con la tierra y, a la vez, la necesaria distancia que debía de observar para no involucrarse de lleno en los asuntos mundanos.
Decían al respecto los tratadistas: Los pies tienen en el cuerpo el mismo oficio que los afectos en el alma. Con los pies anda el cuerpo, con los afectos se mueve el alma. Y por esto se pone la suela entre el pie del obispo y la tierra, para que reconozca ha de tener apartados los deseos de toda concupiscencia, y sus afectos todos al cielo; lo que simboliza la parte superior de la cáliga, muy adornada.
En efecto, como puede comprobarse en la ilustración, este calzado está confeccionado en raso blanco y recamado en oro, tarea artesanal que podemos datar en el siglo XIX. Antes de colocárselos al prelado, se enfundaba en las anteriormente citadas calzas o medias de color violáceo, usualmente con el escudo episcopal realzado en hilos de seda.
Para facilitar la labor de ajustarse las cáligas, se usaba un calzador de material noble del que, por fortuna, existe en la Catedral un ejemplar realizado en cobre y que, perdida ya su función, viene sirviendo como paleta para mezclar el bálsamo con el Santo Crisma, en el transcurso de la Misa Crismal.
Por Alberto Palomo