«La trata de personas es una lacra en nuestra sociedad, en este siglo XXI, que está muy potenciada. Son muchas las mujeres, niñas y hombres que la están sufriendo. No sólo como explotación sexual, sino también laboral y en otros ámbitos», afirma María Mateo, religiosa adoratriz y coordinadora de la trata en la diócesis de Málaga, a través de la Delegación de Migraciones.
El 8 de febrero celebramos la XI edición de la Jornada Mundial de Oración y Reflexión contra la Trata de Personas, una iniciativa promovida por el papa Francisco coincidiendo con el día de la memoria litúrgica de santa Josefina Bakhita. El tema elegido para este año es “Embajadores de esperanza: juntos contra la trata de personas”. Desde la Delegación de Migraciones organizan una vigilia de oración, con motivo de esta jornada, el 7 de febrero, a las 20.00 horas, en la capilla de las Adoratrices, en calle Cristo de la Epidemia, 77.
En este Año Jubilar, «la Iglesia nos invita a comprometernos con las personas más vulnerables, también con las mujeres que sufren trata, con las que cada día trabajamos en nuestra casa a través del proyecto “Vive y Camina”», explica María. «Desde la Conferencia Episcopal Española han puesto en marcha un proyecto con el que sensibilizar a la Iglesia y a toda la sociedad sobre esta realidad». «Se trata de diversos vídeos y materiales que se colgarán en la web de la diócesis, con los que darles visibilidad, a la vez que se nos invita a comprometernos con nuestro tiempo y nuestro bienes», añade María.
«Son muchas las personas que se ven abocadas, por situaciones económicas, por engaños de mafias y por otras situaciones difíciles, a entrar en esa red de explotación. Con este proyecto de la Conferencia Episcopal, en los tiempos fuertes de este año se nos recordará el sufrimiento de estos hermanos nuestros y cómo podemos, como comunidad y como sociedad, abrir nuestro corazón a las personas que están sufriendo la trata, rezar por ellas y colaborar. También se nos irán presentando las distintas iniciativas de la Iglesia que dan respuesta a esta lacra social».
El 2 de febrero es la fiesta de la Vida Consagrada. Las religiosas adoratrices son una de las congregaciones “sembradoras de esperanza”, como reza el lema de esta jornada. «Nuestro carisma, como Adoratrices, es la Eucaristía y el trabajo con las mujeres: adorar y liberar. Una de nuestras prioridades es el trabajo y la oración por estas mujeres porque, como decía nuestra fundadora, santa María Micaela del Santísimo Sacramento, la oración tiene mucha fuerza».