Presidida por el párroco de Nuestra Señora del Pilar, José León, tendrá lugar este jueves a las 19.30 h.
La Santa Sede concedió a la Conferencia Episcopal Española que en toda España pueda emplearse este Rito de acuerdo con los prenotandos que introducen el misal en su edición típica.
El Rito Hispano-Mozárabe es una peculiar manera de celebrar las acciones litúrgicas en los diez primeros siglos de la Iglesia en España, desde los primeros misioneros, enviados quizás por los Apóstoles, hasta la introducción del Rito Romano llevada a cabo por los enviados del Papa Gregorio VIII a finales del siglo XI. Pertenece, junto con el Rito Romano, el Rito Milanés o Ambrosiano, el Rito Galicano, el Rito Norte-Africano o el Rito Bracarense, al conjunto de ritos conocidos como «occidentales».
El Rito Hispánico, propio de los hispano-romanos, se siguió usando bajo la dominación de los visigodos, época en la que los grandes Padres de la Iglesia Visigoda lo enriquecieron considerablemente. También fue usado por los cristianos que permanecieron bajo la dominación musulmana durante la reconquista.
Cuando el Papa Gregorio VIII, con la llamada «Reforma Gregoriana», decidió extender el Rito Romano a toda la Cristiandad occidental, los Reyes de Aragón y después los de Castilla, no sin ciertas resistencias, acabaron por aceptar el Rito Romano, desapareciendo entonces el Rito Hispánico en los Reinos cristianos de la Península Ibérica. Se mantuvo este Rito Hispánico, sin embargo, en los territorios ocupados por los árabes, especialmente en Toledo, y fue entonces cuando comenzó a llamarse «Rito Mozárabe».
Cuando en el año 1085 Toledo fue reconquistada del poder musulmán por el Rey Alfonso VI de León y Castilla, se planteó el problema de la pervivencia del Rito Hispano-Mozárabe. El Rey pretendía abolir este Rito ancestral, presionado por sus consejeros, los Monjes de Cluny, fervientes partidarios de la unificación gregoriana. Los cristianos mozárabes toledanos, que habían tenido una parte muy destacada en la reconquista de su ciudad, no querían perder las fórmulas tradicionales que les habían mantenido unidos durante los siglos de dominación musulmana.
Entonces se llegó a una solución de compromiso. El Rito Hispano-Mozárabe se mantendría vigente sólo en seis parroquias de la ciudad toledana, a las que se asignaron los cristianos que vivían en la ciudad antes de la reconquista, fuera de distribución territorial, introduciéndose el Rito Romano en la Catedral y en las parroquias creadas para los nuevos pobladores.
Otra contribución destacada a la pervivencia de este rito fue la publicación del Misal y del Breviario Mozárabes por parte del cardenal Cisneros, en época de los Reyes Católicos, para que la antigua Liturgia Hispana pudiera seguir celebrándose en las parroquias supervivientes y en la Capilla del Corpus Christi que él mismo instituyó en la Catedral Primada.
Recientemente, en el año 1991, se ha efectuado una revisión completa de los textos y del «Ordo Missae» a requerimiento de la Conferencia Episcopal Española y siguiendo las directrices marcadas por el Concilio Vaticano II, en su Constitución sobre la Sagrada Liturgia (SC) para todos los Ritos católicos.
Al presentarle a Juan Pablo II el primer Volumen del «nuevo» Misal Hispano-Mozárabe, él mismo quiso celebrar en este venerable Rito la Santa Misa de la Ascensión del Señor a los Cielos en la Basílica de San Pedro, en Roma. Este día 28 de Mayo de 1992 es uno de los momentos culminantes de la historia de este Rito.
La Misa Hispano-Mozárabe tiene un tono sumamente dinámico y dialogado, con breves frases o incluso con un simple «amén», que se repite más de treinta veces, y por ello requiere una gran atención tanto por los sacerdotes como por los fieles, que sólo así podrán responder sin vacilaciones en las partes que respectivamente les corresponden. También el coro tiene una parte importante en la celebración, por la musicación de las numerosas antífonas. Otra característica del rito es el uso constante de expresiones griegas, probablemente por influencia bizantina.
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