La familia cristiana, refugio contra la crisis

Diócesis de Málaga
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La diócesis de Málaga es una sede episcopal dependiente de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Málaga.

«Sin la familia, sin la protección del matrimonio y de la natalidad, no habrá salida duradera de la crisis», afirmaban los obispos españoles en su última Asamblea Plenaria, y así lo pone de manifiesto el ejemplo admirable de la solidaridad de tantas familias en las que abuelos, hijos y nietos se ayudan a salir adelante en momentos de dificultad como sólo es posible hacerlo en el seno de una familia estable.

En vísperas del Día de la Sagrada Familia nos acercamos a la realidad de familias malagueñas concretas cuya unión y amor mutuo está siendo apoyo fundamental para salir de situaciones complicadas. En este Año de la Fe, la familia cristiana está siendo testimonio del Amor de Dios en medio de la sociedad.

El pasado 28 de septiembre dejará una huella imborrable en la historia de Álora. La localidad del Valle del Guadalhorce resultó uno de los municipios más dañados por el temporal que afectó a miles de personas en la provincia de Málaga. El aluvión de agua, lodo y barro causó una víctima mortal además de la destrucción de puentes y caminos y multitud de viviendas anegadas.

En una situación crítica como la que vivió el pueblo, las familias están siendo el pilar sobre el que se apoyan los afectados. Como señala el párroco, Francisco J. Sánchez, «en Álora no hizo falta acoger a los evacuados en sitios públicos, sino que las familias, los amigos, los vecinos, han hecho de colchón para todos y eso es un ejemplo muy grato. En una ciudad, el sitio habría sido un polideportivo, pero aquí, aunque estaba preparado, no hizo falta. Y eso es gracias al colchón de la familia y de los vecinos, que en muchos casos son una extensión de la familia».

Según Sánchez, «todo el mundo se solidariza en un momento inicial de una desgracia, eso nos despierta a todos. Pero mantener ese ritmo de ayuda, de cercanía, de ofrecimiento de lo que uno es y de lo que uno tiene; eso requiere unos valores que no son los que tienen todos. Concretamente aquí se ha dado en las familias que tienen una relación afectiva estrecha entre las generaciones. Muchas familias todavía no han regresado a su casa dos meses después de las inundaciones y están en casa de sus hijos, o de sus padres. Esa continuidad, día tras día, semana tras semana, se está dando en las familias que tienen esos valores. Son personas cercanas a la parroquia que me dicen que no saben cómo agradecer la maravilla que están viviendo gracias a la ayuda de su familia y amigos, y eso es también presencia del Reino de Dios. En cambio, hay otras familias a las que ha habido que seguir ayudando desde Cáritas y otras entidades sociales. Porque no cuentan con una estructura familiar estable y esa primera ayuda en la que todos se volcaron se agotó».

El caso de Águeda Alba, es uno de esos en los que queda claro cómo la familia es roca firme que sostiene a las personas en medio, literalmente, de la tempestad. La mañana del día 28 de septiembre Alba estaba sola en la casa escuchando la tormenta cuando de repente notó que se le mojaban los pies. El agua estaba entrando en la casa y en pocos minutos le llegaba a la altura de la cintura. Su cuñado vino a rescatarla y lograron salir a duras penas y refugiarse en un piso. La altura del agua alcanzó finalmente los dos metros. Cuando la riada pasó, más de un metro de lodo cubría su casa, todos sus enseres y la huerta cercana. «Mi familia se ha volcado completamente conmigo –reconoce Águeda–. Enseguida vinieron muchos familiares y amigos que me limpiaron la casa. Hay gente muy buena. Cuando todo se secó me la pintaron y ha quedado tal y como estaba».

Al cierre de esta edición Águeda y su marido, Emilio, de 72 y 84 años respectivamente, no habían podido regresar del todo a la casa puesto que aún no tenían colchones. Seguían durmiendo en casa de uno de sus tres hijos, donde encontraron la puerta abierta desde el primer día. Con el miedo aún en el cuerpo, afirma no obstante estar muy agradecida a Dios. «Le doy gracias todos los días porque si me hubiera descuidado un segundo quizá hoy podría no estar contándolo y esta Navidad podré celebrarla con mis hijos. Doy gracias por tener mucha familia, muchos primos y porque todos se han portado estupendamente conmigo. Lo había perdido todo y ahora tengo la casa con todo lo necesario. A falta de los colchones no me falta de nada».

Esta Navidad, muchos padres y muchos hijos en Álora vivirán con alegría el haber encontrado sitio en la «posada»: ese lugar cálido de descanso, de apoyo mutuo y de amor también llamado familia.

Antonio Moreno

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