«La existencia de vida más allá de la Tierra es algo muy difícil de excluir»

Diócesis de Málaga
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La diócesis de Málaga es una sede episcopal dependiente de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Málaga.

El jesuita Paul Gabor, (Košice –Eslovaquia–, 1969), especialista en exoplanetas y vicedirector de la sede en Tucson (Arizona) del Observatorio Astronómico del Vaticano, ha visitado Málaga recientemente para participar en un congreso de astrofísica organizado por la UMA y el CSIC. También ofreció una charla, auspiciada por la Academia Malagueña de Ciencias y el Planetario de Málaga, en la que disertó sobre la búsqueda de vida extraterrestre.

El Observatorio Astronómico del Vaticano ha dado a conocer hace unos días el descubrimiento de 20.000 nuevas galaxias nunca antes vistas al estar detrás de la Vía Láctea. Usted es especialista en exoplanetas. ¿Cuántos calcula que habrá allí detrás y qué probabilidades de vida?

Tenga en cuenta que cada estrella tiene, como promedio, unos pocos planetas; y una galaxia tiene una media de 100.000 millones de estrellas. Ahora, multiplíquelo por esas 20.000 nuevas galaxias. Sin duda, es una cantidad inmensa; pero ¿cuántos de estos miles de billones de planetas realmente tienen vida? Es muy difícil decirlo. Hay algunos planetas que se encuentran en las llamadas zonas habitables, sí, pero ¿realmente tienen biosferas? Ésa es la gran pregunta que me gustaría poder contestar. Por el momento, lo único que podemos decir es que no hay una probabilidad cero. ¿Pero esa probabilidad está cerca de cero o cerca de uno? Esa es una gran pregunta que hace que este cálculo sea muy problemático. Estoy bastante seguro de que, con un número tan grande de estrellas y galaxias, habrá vida más allá de la tierra; pero creo que la pregunta más relevante es: ¿encontraremos algo de vida cerca de nosotros? Porque, si está muy lejos, no llegaremos. Si me preguntas por la existencia de vida extraterrestre cercana a la Tierra, creo que la probabilidad es bastante baja. 

Dice Francisco en «Laudato si'» (y repite la cita en «Laudate deum») que «todos los seres del universo estamos unidos por lazos invisibles y conformamos una especie de familia universal». No habla de “todos los seres de la tierra”, sino del “universo”. ¿Hay ahí una apertura a la vida extraterrestre en este documento oficial de la Iglesia?

El Papa está abierto a la idea, desde luego. Recuerdo una homilía que pronunció una vez en la Fiesta de Pentecostés en la que hablaba sobre cómo el Espíritu Santo hizo que los habitantes de diferentes naciones lejanas entendieran a los apóstoles en su propio idioma y, tras escuchar su predicación, pidieran el bautismo. Se preguntaba entonces el Papa: ¿puede la iglesia tratar de detener al Espíritu Santo? Y puso como ejemplo, un poco de broma: “si viniera un extraterrestre (de esos verdes y con antenas como pintan los niños) a pedir el bautismo, ¿quién soy yo para negárselo?”. Obviamente, el Papa no hablaba en serio en esa homilía, pero aun así la existencia de otros seres vivos más allá de la tierra es algo que es muy difícil de excluir, lógicamente.

Cuando se habla de vida extraterrestre, enseguida se nos vienen a la mente el fenómeno de los ovnis, ahora conocidos como FANI que vuelve a la actualidad. El Pentágono acaba de afirmar que, en 8 meses, ha documentado 274 fenómenos FANI pero que ninguno tiene evidencias de venir del espacio exterior. ¿Qué piensa usted de estos fenómenos y de su relación con la posibilidad de vida extraterrestre?

Ésta no es mi especialidad. Pero desde mi ámbito, la astrobiología, que es un campo del que sé algo, básicamente puedo explicar que lo que buscamos es vida microbiana. Desde la distancia, lo que se podría ver en una biosfera de un exoplaneta no son los animales, aunque fueran tan grandes como los dinosaurios; lo que podríamos ver son los efectos de la acción biológica de los microbios que existiesen, porque son los microbios los que realmente cambian la composición de la biosfera. La atmósfera de un planeta es algo que sí se puede ver a distancia. Es un poco extraño porque lo que buscamos son microbios y normalmente los microbios se buscan con un microscopio, no con un telescopio, pero eso es lo que nos pasa a nosotros. Sobre cosas extrañas (FANI) que vuelan en nuestra atmósfera no sé nada. Ese no es mi campo.

Científico primero y teólogo después ¿Son ciencia y teología dos caras de la misma moneda, la de la búsqueda de la verdad?

Soy jesuita y sacerdote. Esa es una vocación, una vocación religiosa que está por encima de cualquier otra cosa pues es una parte de mi identidad. ¿Qué tipo de formación tengo? Esa es otra cuestión. Mis inicios fueron las Ciencias, luego estudié Filosofía y Teología y luego volví a las Ciencias para doctorarme. Mi formación ha ido un poco en zigzag. Supongo que sí, que son dos formas de buscar la verdad. En mi caso se trataba más de adquirir tanto la cultura de las humanidades como la cultura de las ciencias, lo que me ocupó mucho tiempo. Básicamente terminé mis estudios cuando tenía 40 años. Soy lento (ríe).

¿Es el ateísmo radical una forma de terraplanismo, una negación irracional de lo que no se ha podido demostrar como es la no existencia de Dios?

Es una pregunta interesante porque tienes razón en que hay un cierto paralelismo. Pero, ya sabes, con todas las guerras culturales y toda la historia complicada, es más fácil aceptar que una persona educada pueda ser un ateo radical, a que una persona educada puede ser un terraplanista. 

En la comunidad científica hay muchas personas que, usando la expresión de Karl Rahner, son “cristianos anónimos” porque ¿cuál es el fundamento de cualquier religión?: la gratitud. Una persona creyente se siente agradecida por el privilegio de estar viva, por los regalos que recibe. No da las cosas por sentado, las toma como regalos maravillosos que no tiene ningún derecho a recibir. Ésa es la base de cualquier sentimiento religioso. Por supuesto, el cristianismo va un poco más allá, pero este sentimiento religioso generalizado es algo extremadamente común entre los físicos y astrofísicos. Entonces, no necesariamente para todos los grupos de científicos, pero en esos dos grupos que conozco bastante bien, esta es una actitud muy normal. Así que el ateísmo radical es posible en esos grupos; pero, muy a menudo, en el trasfondo de todo esto, existe esta gratitud y el fuerte sentimiento de que el mundo es un regalo. Además, en el ámbito de la ciencia y los científicos, no se trata sólo del agradecimiento por la existencia del mundo, sino por el hecho de que podemos saber, de que podemos aprender sobre el mundo y que este es conocible. El carácter cognoscible del mundo es una fuente de gratitud para un científico. Y esto va un poco más allá en la dirección de la revelación bíblica, donde el Dios de los patriarcas y el Dios de Jesucristo se nos muestra, se nos revela como un Dios que quiere ser conocido ¿no? Entonces este es un paralelo con la ciencia. La ciencia funciona milagrosamente y nosotros los seres humanos, con nuestra capacidad limitada, nuestra mente limitada, somos capaces de entender el mundo.

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