Miguel Ángel Gamero, sacerdote y director de Ars Málaga, escribe una carta abierta sobre las manifestaciones artísticas al servicio de la fe.
Hace un tiempo estuve contemplando un cuadro que está en la memoria de todos, una de esas obras que todos admiramos, una de esas piezas que te atrapan y te trascienden. El Greco y su Entierro del Señor de Orgaz.
No es el lugar para hacer un ejercicio intelectual sobre la obra, pero quisiera destacar que hay en ella un concepto muy bien desarrollado. Todos vemos dos partes bien diferenciadas: el plano humano que representa el entierro del Señor de Orgaz, con todos esos caballeros españoles que asisten al momento de la sepultura; y el plano divino donde se representa la gloria, el cielo; y una línea imaginaria que los relaciona y a la vez los separa.
Cielo y tierra, humano y divino, trascendencia e inmanencia… dos conceptos que desde la Encarnación de Jesucristo cobran un sentido nuevo. Lo invisible se ha hecho visible y se nos manifiesta a todos. La belleza de Dios ha dejado su huella en lo humano, en lo creado.
Cada época nos deja el legado de unas manifestaciones religiosas que son expresión de la manera de vivir la fe de ese grupo. A través de ellas conocemos cómo vivían, como pensaban, como creían… pero hay un elemento que no varía, algo que se queda impregnado en lo material y que atraviesa los siglos. ¿Qué hay más allá de cada piedra labrada que confoma un edificio? ¿Qué se esconde tras la película cromática de un cuadro? O ¿qué hay en el corazón de la madera?
«Por los caminos de la fe» es una manera de acercar la herencia artística que nos dejaron los cristianos de nuestra diócesis a través de los siglos. Arquitectura, escultura, pintura u orfebrería son en realidad manifestaciones materiales al servicio de la fe. No son ellas un fin en sí mismas -sólo concebidas como obras de arte- sino memoria agradecida e instrumento para ayudarnos a la vivencia de la fe.
Miguel Gamero