El 30 de junio de 2023, el Sr. Obispo, D. Jesús Catalá, inauguraba la primera capilla de Adoración Eucarística Perpetua en la capital malagueña. Situada en el Carmen de Huelin, este templo ha permanecido con las puertas abiertas las 24 horas del día para que los fieles puedan acudir a rezar ante el Santísimo y el próximo 30 de junio cumplirá su primer aniversario.
Se trata de la tercera capilla de Adoración Perpetua de la Diócesis de Málaga, después de Cancelada y de Marbella y en ella han hecho turnos más de 400 adoradores que se han comprometido a acompañar al Santísimo Sacramento durante al menos una hora a la semana.
Ante este primer aniversario, Ángeles Rico de la Rosa, coordinadora de la Adoración Perpetua, comparte con los lectores de DiócesisMálaga la experiencia.
¿Cómo definiría la experiencia de este año?
Si tuviera que definir este año de Adoración en una palabra diría: ¡increíble! Ha sido un regalo del cielo. Empezamos un 30 de junio, en pleno verano, con muchas personas de vacaciones y en una capilla cerca de la playa, humanamente parecía complicado adorar al Santísimo todas las horas de los 7 días de la semana, de día y de noche.., en Málaga, ¡imposible! Pues aquí estamos un año después, con más de 400 adoradores que, de forma tranquila y silenciosa, han ido cubriendo sus horas. Como testigo tenemos un libro de firmas, y una sonrisa cómplice entre el adorador que entra y el que sale.
¿Cómo se va a celebrar este primer aniversario?
Lo celebraremos con un misa en la parroquia de San Patricio, a las 19.30 horas, que es a la que pertenece la capilla de la Adoración Perpetua, será una misa de acción de gracias en este aniversario al que nos gusta llamar «El aniversario de la Alegría”. Esperamos que participe toda Málaga y que se vea que somos muchos, muchísimos, los que adoramos.
Se cierra el primer año y se comienza el siguiente, ¿qué retos se plantea la Capilla para el nuevo año que comienza?
En primer lugar, seguir incansablemente buscando nuevos adoradores, inscritos o no, luego se encarga el Santísimo de fidelizarlos. En segundo lugar, un reto ilusionante es llevar la Adoración a los niños, que tienen un corazón y una mente mucho más abierta para acoger a Jesús, su comunicación es sencilla y fácil y algunos de ellos, cuando van a la Capilla, enseguida entienden que es un lugar especial en el que está Jesús.
Para ti, ¿qué ha supuesto este año de Adoración?
Uff, ¡cómo te explico con palabras lo que llevo en el corazón! Ha supuesto aumentar la confianza. Cuando vas a visitar a tu padre y te dice «hija tranquilla», eso es exactamente lo que yo vivo, pero trasladado a nivel espiritual. Ha aumentado la confianza en Dios Padre, quien es realmente un Padre y actúa en mi vida “con-migo”, no está lejos. Me ha hecho íntima amiga del Hijo, Jesús Sacramentado, y voy tomando conciencia del Espíritu Santo, al que tenía un poco olvidado.
Otra palabra que ha quedado marcada en mí es paz. Cuando llegas al turno, puedes traer en tu cabeza mil cosas, y no paras de contarle al Señor. Los primeros minutos son un bullicio pero después, cierro los ojos, o le miro fijamente, y mi cabeza para. Aparentemente no ocurre nada, pero no salgo igual, salgo con paz en mi corazón. Es una transformación silenciosa.
Seguro que son muchas las anécdotas que has vivido en primera persona y los testimonios que has conocido en este tiempo.
Efectivamente, son muchas. Una anécdota muy bonita la leímos en el chat de los adoradores el verano pasado. Llegó un chico joven a las 4 de la madrugada, con algunas copas de más y, al ver la puerta abierta, entró. Después de estar llorando más de una hora dijo que un amor muy grande le había desbordado el corazón. A día de hoy, está aprendiendo a rezar el rosario.
También te puedo contar un testimonio de fe. Una madrugada, al llegar a la Capilla, vi a una persona que, por su aspecto y el carrito que llevaba, parecía una persona sin hogar. Permaneció arrodillada ante el Santísimo, directamente en el suelo, casi 2 horas, no sé el tiempo que llevaba ahí cuando llegué. Su actitud era de profunda oración, y no sabes el bien que hizo a mi alma, me enseñó a orar sin decir una palabra.
Durante el día, en dos ocasiones, he visto a una madre que trae a su hijo de unos 3 años. Ella se queda en la puerta y el niño corre hacia el Santísimo, se para, le sonríe, le tira besos con la manita y se vuelve con su madre.
Serían innumerables los testimonios y las gracias recibidas que nos guardamos en el corazón, y es que, recordando una frase del joven Carlos Acuti, «si miramos al sol nos ponemos morenos, si miramos a la Eucaristía nos hacemos santos».