José Luis Pereyra es el nuevo delegado diocesano para la Vida Consagrada. De origen uruguayo, este Misionero de la Consolata ha trabajado en Colombia, Reino Unido, Kenia y Argentina, sobre todo, como formador de sacerdotes. Desde 2008 pertenece a la comunidad de Cristo Rey, en Málaga.
-¿Cómo ha recibido esta nueva misión que le ha encomendado el Obispo?
-Con mucha alegría, porque es un modo de servir a la Iglesia local. Una de las cosas que tenemos nosotros, los misioneros de la Consolata, es ponernos al servicio de la Iglesia diocesana. Es una experiencia muy bonita donde Dios me llama justamente a seguir creciendo en el servicio a la delegación de la Vida Consagrada y a las comunidades religiosas presentes en la diócesis. Es un don, una gracia y un regalo de Dios. Intentaré poner todo lo mejor por mi parte.
-¿En qué consiste concretamente la tarea de un delegado para la Vida Consagrada?
-Mi trabajo es animar las comunidades religiosas, las de vida contemplativa sobre todo. Hacer de nexo entre el Obispo, que siempre es el superior de las comunidades religiosas de vida contemplativa que están en su diócesis, y estar siempre al servicio y a disposición de las necesidades que pueda haber.
-¿Qué aporta la vida consagrada a la Iglesia diocesana?
-La vida religiosa es un don, un carisma para la Iglesia, que se pone al servicio de la evangelización y la santificación del Pueblo de Dios. La vida consagrada se ha destacado siempre por su trabajo en las periferias existenciales Por supuesto. Uno de los aspectos fundamentales de la vida religiosa es ser un signo profético de la Iglesia misma. Es estar al lado de las personas que más necesitan de Dios, de los más alejados. En todos los aspectos: no solamente en un aspecto sociológico, sino existencial, en todas las necesidades que se tienen en la dimensión humana. Desde ahí se hace presente el Evangelio, la presencia de Jesús.
-En el ámbito educativo también son imprescindibles…
-Es una de las aportaciones más importantes de las comunidades religiosas. Educar desde la fe, desde los valores cristianos. La formación de las conciencias de las personas es una aportación riquísima a la sociedad. La educación no es solamente, como todos sabemos, instruir para una formación profesional cualificada, sino además, formar en los valores evangélicos.
-¿Vale la pena animar a los jóvenes a plantearse la vocación a la vida consagrada?
-La vida consagrada siempre ha sido y será un valor vigente. Es un modo pleno de realización. Para ello no debemos olvidar orar siempre al dueño de la mies para que suscite, a través del ejemplo de las familias, la vocación entre los jóvenes que, por su cualidad, son siempre generosos en las cosas que merecen la pena.