«Iqbal Masih debería ser beatificado»

Diócesis de Málaga
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La diócesis de Málaga es una sede episcopal dependiente de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Málaga.

El militante contra la esclavitud infantil Ehsan Ullah Khan (Baluchistan, 1947) ha visitado Málaga dentro de su gira española en defensa de los derechos humanos. Tras liberar al mártir católico de 12 años Iqbal Masih, símbolo de la lucha contra la esclavitud infantil, vive exiliado en Suecia, donde sigue recibiendo amenazas.

Iqbal Masih fue vendido por su padre al dueño de una fábrica de alfombras a cambio de una deuda familiar de 9 euros. Usted logró su liberación y se convirtieron en un musulmán y un católico unidos por los derechos humanos. Una gran enseñanza para nuestro mundo.

Jesús dijo “Dejad que los niños se acerquen a mí”. No hizo distinciones entre ellos. Para mí, todos los niños son uno y debemos amarles por igual. Iqbal era católico y trabajaba como esclavo en una fábrica de alfombras, doce horas al día, encadenado junto a otros niños musulmanes y católicos que, como él, eran torturados y abusados. Cuando empecé a trabajar por sus derechos, me di cuenta de que la explotación no entiende de religiones, es un asunto económico.

¿Qué fue lo más importante que él le enseñó?

Todos los niños son importantes, pero él estuvo muy cercano a mí. Cuando lo liberé abrí una escuela cerca de su casa, pero fue destruida y cerrada por la mafia. Su madre entonces me dijo que yo había conseguido motivarle a educarse, pero ella no podía dárselo, y me preguntó si podía convertirme en su guardián, y así lo hice, después de preguntarle a él y a mis hermanas si así lo querían. En ese momento, él pasó a ser uno más en la familia: vivía en nuestra casa y allí comía, aprendía, pintaba… Crecía junto a mi sobrina Fátima, sin entender de restricciones entre niños y niñas, que son habituales allí en Pakistán. Su ejemplo fue para mí un modo estupendo de enseñar a la gente que la convivencia era posible, que la humanidad está por encima de la religión, por encima de todo.

Tras ser liberado, usted lo acogió y educó, pero a los tres años, las mafias lo asesinaron. ¿Tuvo sentido su vida?

Antes de su liberación no se sentía persona. Él pensaba que había nacido para ser explotado. Pero cuando fue liberado, no sólo pensó en él, sino que enseñó a otros niños a luchar por una vida con sentido a través de la educación, del amor, de la atención… Su vida supuso un gran cambio para él y para muchos, y una lección para quienes explotan a los niños. Iqbal fue crucificado por los esclavos del mundo, y debería ser beatificado. Con su vida predicó el mensaje de Cristo de que debemos amar a los niños.

Usted era estudiante de Periodismo cuando asumió como suya esta batalla. Ha sido encarcelado, torturado, exiliado por ello. ¿Ha merecido la pena?

Los periodistas son como reyes allí, nadie puede toserles. Pero cuando yo empecé a implicarme en la lucha contra la esclavitud, no era considerado un «buen periodista» en mi comunidad, tenían miedo de que fuera muy «sindicalista» y me despedían. Pero estoy contento porque conseguí que la prensa mirara a un asunto como este. Nunca me he arrepentido de nada. Si consigo que las multinacionales vean como intolerable la explotación, todo mi sacrificio habrá sido nada, no habré hecho más que lo que entendía que debía hacer.

En Europa, ¿miramos hacia otro lado?

Sois ciegos porque pensáis solo en vosotros mismos y vuestros hijos. Pero Jesús invitaba a amar a todos los niños, no sólo a los nuestros. Hoy muchos niños son esclavizados por multinacionales en Asia y África que luego venden en nuestro país, y ganan billones con su trabajo que luego recaen en el negocio de las armas. La industria de las armas crea armas, y las armas crean guerras. Si miramos solo a un caso reciente, la guerra de Siria provocó miles de desplazados, muchos de ellos niños, que acabaron en Turquía. Hasta allí se trasladaron las multinacionales para hacerlos trabajar en fábricas de ropa. La guerra había creado trabajadores baratos para ellas. Este círculo debe romperse. Como consumidores, no debemos comprar más de lo necesario, y debemos instar a las empresas a producir aquí, creando trabajo, no a vender aquí lo que es fabricado a miles de kilómetros. La esclavitud infantil genera también un negro futuro para España.

También aquí tenemos esclavos, muy cerca de nosotros. Esclavos sexuales, esclavos laborales…

Lo sé. Hay muchos esclavos «legales» que vienen a España a trabajar en condiciones infrahumanas, la mayoría en hogares, y es muy importante pensar políticamente en estos asuntos. Es difícil cuando los consumidores o contratadores no quieren darse cuenta de ello. He visitado más de 20 provincias españolas y los niños me dicen que no quieren ir a la escuela porque se aburren, y te dicen que saben que aunque aprueben y obtengan un título, luego no van a tener trabajo.

¿Cómo es el rostro de la esclavitud moderna?

La esclavitud moderna es más extensa. Se está extendiendo cada vez más, pero si lo comparas con los esclavos en otros momentos de la historia, con quienes se traficaba hacia América, Inglaterra, Francia, aquellos eran costosos, podían llegar a costar 40.000 dólares. Hoy esclavizar es muy fácil, son controlados por wifi, no hay gastos. Tenemos que tomarnos muy en serio la lucha contra esto. Los países deberían prohibir la entrada de bienes producidos por esclavos, declararlos ilegales, como hacemos con las drogas. Y sin embargo llegan por millones a nuestras tiendas.

¿Cómo podemos unirnos a esta lucha?

Celebrando el día contra la esclavitud infantil, recordando que es una realidad que está ahí, que Iqbal existió y murió por algo. Hasta que no reconozcamos que existe, no podemos hacer nada. Cuando empecé esta lucha, en 1988, nadie en Pakistán aceptaba que la esclavitud era real. Ahora, intento impulsar la causa de canonización de Iqbal Masih. Debería ser el santo contra la esclavitud, porque hizo posible el levantamiento de los niños. Sería un mensaje que permanecería para siempre, el recordatorio de que Cristo dijo que los niños debían ser amados.

¿Dónde encuentra más atención a su denuncia?

La gente a la que hablo en las ciudades que visito, que viene a los encuentros en los que participo, apoya esta causa. Por lo general, el mensaje es aceptado. Pero luego está la práctica. En la vida diaria estamos en otra cosa. Cuando denunciamos la esclavitud ante las grandes multinacionales, la gente nos mira, agacha la cabeza y pasan al interior para seguir comprando productos fabricados por esclavos. Es una pena, pero nuestro comportamiento es bastante hipócrita.

¿Veremos el fin de la esclavitud?

No es difícil. Es la lucha de los lápices contra las armas. Si compramos más lápices, habrá más educación y los niños serán libres de la explotación. La mayoría de los países que venden armas en la actualidad están sentados en el Consejo de Seguridad y son cristianos, pero no escuchan al Papa cuando denuncia todo esto. Deberíamos escucharle. Se lo digo incluso a los musulmanes. Creo que es posible, y la Iglesia puede jugar un importante papel en ello.

Ana María Media

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