EL VERANO DE MI VIDA. Testimonio del P. Ángel Jorge, agustino, que pasa su verano apoyando a las comunidades de Cuba.
Desembarcamos los agustinos en Cuba en 1588, pocos años después de nuestra llegada a Málaga capital.
Nuestra Orden, como todas las demás, sufrió a lo largo de los años, los vaivenes de la política en cuanto a expulsiones y retornos. La revolución castrista, que encontró a los agustinos inmersos en actividades docentes y parroquiales, nos obligó a abandonar el país. Era el año 1961.
Pero san Juan Pablo II visitó la isla en 1988. El buen hacer del Papa fue una de las causas para que se suavizaran las tensiones Iglesia-Estado. Y así, de la abierta beligerancia, se pasó a una relativa tolerancia. Se dio permiso a la llegada de misioneros extranjeros. Y nosotros volvimos; era el año 2006.
Contamos actualmente con tres parroquias y seis sacerdotes. En dos de nuestras parroquias hay dos comunidades de religiosas misioneras. En estas parroquias, la población está muy dispersa, en un territorio de muchos kilómetros cuadrados. Nos movemos en dos campos de trabajo: predicar la fe y mejorar la situación material.
En el primero, nos topamos con el medio siglo de adoctrinamiento comunista ateo de la sociedad, más fuerte en niños y jóvenes. No podemos hacer apostolado en los centros docentes, pero sí estamos autorizados a evangelizar en nuestros locales. Y lo llevamos a cabo en las actividades normales de cualquier parroquia malagueña. Uno de los puntales más firmes de la religiosidad cubana es, como en tantos otros países, la devoción a la Virgen. En este caso, narrada bajo una hermosa leyenda, la advocación de Nuestra Señora de la Caridad y el Cobre. Nuestro esfuerzo es grande; los resultados, responsabilidad de Dios.
En cuanto a lo de mejorar las condiciones materiales, nos movemos en el terreno de la salud, en los comedores sociales y en la construcción de lugares de culto y promoción humana. Por supuesto, somos conscientes del eslogan oficial de que “en Cuba no hay pobres.” Pero alguno se encuentra de vez en cuando.
En el primer aspecto, estamos enviando continuamente medicinas. Allí escasean o “escasea” el dinero para comprarlas. Las distribuyen siempre médicos cubanos voluntarios, exigiendo la receta expedida por la sanidad pública.
En lo de los comedores sociales, coordinamos dos en una de las parroquias. Feligreses voluntarios se responsabilizan de la cocina y el comedor. Como hay personas que no pueden ni salir de casa ni cocinarse, se les lleva la comida a sus domicilios. A través de Cáritas, se distribuyen algunos alimentos y se los llevan a casa cuando la persona no puede ir a recogerlos.
Y en el tercer capítulo, el de los edificios, se hace lo que se puede, dada la escasez de material de construcción y, a veces, a causa de la dificultad de conseguir los permisos legales. La revolución y el abandono han causado estragos. Por una parte, intentamos restaurar lo dañado y, por otra, abrir lugares de culto donde nunca los hubo. Mientras tanto, la actividad religiosa tiene lugar en las casas particulares.
Conscientes de nuestra fragilidad, pedimos tu oración para que el Reino de Dios se fortalezca en el corazón de nuestro querido pueblo cubano.
Ana María Medina