Hermana Finita: «Desde pequeña quería que mi vida fuera útil, que sirviera y dejara huella»

Diócesis de Málaga
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La diócesis de Málaga es una sede episcopal dependiente de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Málaga.

El mes de junio comenzó con la celebración del Encuentro Diocesano de Apostolado Seglar, centrado en el Primer Anuncio. En las distintas «paradas» que se ofrecieron se compartieron testimonios de personas que trabajan y viven el Primer Anuncio en la diócesis. En las próximas semanas iremos publicando dichos testimonios. La primera es Finita, Hermana Blanca.

Mi nombre es Josefina Martínez, pero todo el mundo me conoce como Finita. Soy de un pueblo de la provincia de Alicante llamado Albatera. Soy religiosa Misionera de Nuestra Señora de África. He pasado 49 años fuera de España misionando en la viña de Dios. Llevo dos años en Málaga continuando la tarea.

Me han pedido que, en este Encuentro Diocesano de Apostolado Seglar, comparta, por un lado, mi camino de encuentro con el Señor y lo que este encuentro generó en mi vida; y por otro lado, la experiencia vivida durante este año pastoral en la parroquia de Santa María de la Amargura con el grupo “Primer Anuncio Misión”.

Mi encuentro con el Señor

Nací en el seno de una familia unida, católica practicante. El rosario se rezaba todas las noches en mi casa. La parroquia era mi segunda casa y los grupos de Acción Católica un camino de integración para vivir la fe. Yo no había encontrado a Jesús personalmente, sino que seguía lo que mis padres me indicaban.

Desde pequeña quería que mi vida fuera útil, que sirviera y dejara huella. Había tenido la polio y vivía esa realidad de manera natural sin problemas. En la adolescencia empecé a darme cuenta de que, en la sociedad, para ser admitida tenías que responder a un modelo estándar. Yo me rebelaba contra ello y sufría. Surgían en mí, muchas preguntas sobre el sentido de la vida, sobre el por qué venimos al mundo. 

A los 18 años, me hablaron de unas jornadas de oración en la Casa Diocesana de Alicante. Algo interiormente me empujaba a ir. Este encuentro cambió mi vida. Dios tuvo piedad de mí y me concedió descubrir a Jesús como alguien personal y cercano que me amaba y caminaba conmigo. A partir de este encuentro, mi vida se llenó de sentido y nació el deseo de compartir con los demás la riqueza recibida. Empecé en mi pueblo, en mi parroquia, con los jóvenes, a anunciar a Jesús. Mis amigas se contagiaron y algo bonito se puso en marcha.

Tres años más tarde, el Señor me llamó y me dijo como a Abraham: “Sal de tu pueblo, de tu familia y ve adonde yo te enviaré”. Entré en las Hermanas Misioneras de Nuestra Señora de África y fui enviada al Congo Democrático, después a Mali y mis últimos 12 años los pasé en Burkina Faso. ¡Cuántas personas y rostros he encontrado! ¡Qué bello es el encuentro del que anuncia la Buena Nueva! ¡Cuánto he aprendido de la gente! 

En el Congo descubrí que, en el fondo, todos somos iguales, todos tenemos deseos de ser respetados, escuchados, valorados.

En Mali, aprendí a vivir la fraternidad con nuestros hermanos musulmanes y a sostener en la fe a un puñadito de cristianos en crecimiento. 

Finalmente, en Burkina Faso, me admiraba de ver el fruto del trabajo de los misioneros que nos han precedido, iglesias llenas, seminarios y congregaciones autóctonas florecientes.

Pero todo no son rosas. Esos países soportan grandes injusticias porque les robamos las riquezas de su subsuelo, sufren de mucha pobreza que no detallo aquí, y de las nuevas formas de esclavitud como la trata, los paraísos sexuales de turistas perversos que alquilan un niño durante los 15 días que pasan allí para hacer sus fechorías y cuando se van lo devuelven destrozado. 

Si, el mundo está en fuego, hay que trabajar aquí y allí.

Primer Anuncio en España

Cuando llego a España veo la situación actual, que vosotros conocéis mejor que yo. La urgencia de evangelizar es una evidencia.

Me mandan a Málaga. No conocía a nadie, bueno sí, a Manoli Luque, a la que visité y, viendo que yo andaba un poco desorientada buscando un apostolado, me dice: “No olvides que el don que el Señor te ha dado es tu vocación misionera”.

Estas palabras calaron en mí y decidí integrarme en un grupo de la parroquia de la Amargura, luego en un segundo y en noviembre de 2022 Salvador, el párroco de la Amargura, nos llamó a cuatro personas para reflexionar sobre cómo hacer una parroquia misionera. Trabajamos y reflexionamos mucho. De esas cuatro quedamos dos: Merche Vega y una servidora. Al final del ano pastoral 22-23, pensamos que una parroquia misionera empieza con un grupo de la parroquia que vive el encuentro con Jesús y se forma para anunciar la Buena Nueva.

Seis personas parecían dispuestas a empezar, con el acuerdo del párroco, anunciamos en las misas del fin de semana la formación de un nuevo grupo y fueron llegando, luego ellas mismas se encargaban de anunciarlo. El grupo actual es de 22 personas.

Los objetivos eran: 

  • Facilitar el encuentro con la Palabra de Dios, la Biblia, Antiguo y Nuevo Testamento, para descubrir o redescubrir el amor de Dios presente y activo en la vida.
  • Abrir los ojos y caer en la cuenta que Dios viene al encuentro en tu propia historia.
  • Encontrar las palabras para compartir libremente en el grupo lo que van descubriendo.
  • Invitarlos a compartirlo con las personas de alrededor en la cotidianidad.
  • Descubrir los signos sencillos y las frases que alientan y consuelan.
  • Transmitir al grupo las experiencias de anuncio vividas al exterior.

Por nuestra parte, intentaríamos favorecer la pedagogía participativa; preparar cada semana y enviarles por WhatsApp la reflexión bíblica que hacemos en el grupo con las preguntas bien precisas; acompañarlos personalmente en el proceso; y respetar y guardar en el grupo lo que se comparte.

Los frutos que hemos ido viendo son, en primer lugar, que la lengua se les ha soltado para compartir ejemplos de la acción de Dios en su vida; los hay que han encontrado a Jesús y su vida se ha transformado y lo expresan con facilidad, sin vergüenza; y, en segundo lugar, una mayor Integración en la vida de la parroquia y en la práctica de los sacramentos, además de la alegría, la asiduidad y el deseo de continuar.

Para el próximo curso nuestros objetivos son: 

  • Continuar el proceso 
  • Agrandar el circulo al interior y al exterior de la parroquia
  • Introducir eventos abiertos a gente del exterior en donde, los que se sientan dispuestos den testimonio.
  • Crear un nuevo grupo con los nuevos que vengan.

La conclusión de todo lo vivido es que Dios nos envía a su viña y Él sabe muy bien lo necesaria que es nuestra respuesta.

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