Funeral del Rvdo. Antonio Muñoz Ramírez (Cementerio-Málaga)

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Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en el funeral del Rvdo. Antonio Muñoz Ramírez (Cementerio-Málaga) celebrado el 31 de diciembre de 2015.

FUNERAL DEL RVDO. ANTONIO MUÑOZ RAMÍREZ

(Cementerio-Málaga, 31 diciembre 2015)

Lecturas: 1 Jn 2, 18-21; Sal 95; Jn 1, 1-18.

1.- Estamos celebrando esta Eucaristía por nuestro hermano Antonio que ejerció el ministerio sacerdotal en distintas iglesias particulares o diócesis, como se nos ha dicho en la semblanza espiritual. Y lo estamos celebrando en el marco de la Navidad. Estamos dentro de la octava que la Iglesia nos ofrece para celebrar como si fuera un sólo día el día de Navidad. El día lo alarga a ocho para que podamos contemplar y profundizar mejor en el misterio de la encarnación del Señor.

La liturgia nos vuelve a presentar hoy el prólogo del Evangelio de Juan. El Verbo de Dios, la Palabra preexistente, eterna, se hace hombre y se encarna entre nosotros. Se encarna para transformar al hombre, para perdonar el pecado, redimirlo de la muerte y para conducirlo a la salvación eterna. Para regalarle la felicidad, para hacer que se reencuentre con Dios después de ese alejamiento por el pecado.

Cristo Verbo Eterno o Palabra de Dios nos trae la salvación. Esta es la gran revolución en la historia de la humanidad. Él es la luz. Hay dos aspectos que quisiera contemplar: una es la luz, el otro es la unción.

2.- Cristo es la luz. Dice el evangelista Juan: «El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo» (Jn 1, 9). A quiénes siguen a Cristo que es la luz, Dios le da la posibilidad de entender la vida desde esa Luz.

Hay un rechazo a esa Luz, desde unas tinieblas que se oponen. Ha habido siempre una oposición a la Luz, a Cristo. Y esas tinieblas lo han rechazado (cf. Jn 1, 4-5). Hay personas que han rechazado esa Luz y que no han querido verla ni dejarse iluminar por ella. Pero hay un resto siempre que acepta esa Luz y que es iluminada por la Luz. Esas personas quedan transformadas por esa Luz.

3.- En el bautismo todos recibimos la luz de Cristo, la luz de la fe, del amor y de la esperanza. Las tres virtudes teologales que nos ponen en sintonía con Dios. Eso es un regalo.

Nuestro hermano Antonio también recibió esa luz de Cristo que iluminó toda su vida. Y nosotros se nos invita con la liturgia de estos días a que aceptemos la luz de Cristo en nuestras vidas para que disipe las tinieblas, para transformarnos, para quedar iluminados por esa Luz.

Esa Luz ya se nos regaló en el bautismo y por eso hemos encendido el Cirio Pascual, símbolo de esa luz de Cristo, muerto por nosotros, pero resucitado para la vida. Esa luz de la fe, del amor, esa Palabra de Dios la podemos meditar, leer, contemplar, acogerla como cristianos.

4.- Nuestro hermano Antonio, además de fiel cristiano que se le regaló esa luz, se le pidió por el ministerio que iluminara a otros en el camino de su vida con esa Luz, con la Palabra. Se le dio el ministerio de la Palabra y el de los sacramentos.

Le pedimos al Señor, que ahora, nuestro hermano Antonio que caminó con esta luz de la fe, viva la luz eterna, sin sombras, sin tinieblas, sin vendas en los ojos. Él está contemplando el misterio de la encarnación y de la redención de una manera distinta a como estamos nosotros. Seguimos contemplando a Dios y celebrando la Navidad desde la luz de la fe en el tiempo. A él le han abierto las puertas y ha pasado del tiempo a la eternidad. Ahora está en otra forma de ser persona. Ahora le ilumina totalmente esa luz del Verbo de Dios.

También se nos pide a nosotros que seamos testigos de esa Luz. Hay mucha gente que no quiere verla, tal vez con nuestro testimonio pueda ser un motivo para que acepte a Cristo encarnado.

5.- El otro aspecto era la unción. Hemos escuchado en la primera carta de Juan que hemos sido ungidos por el Santo: «En cuanto a vosotros, estáis ungidos por el Santo, y todos vosotros lo conocéis» (1 Jn 2, 20). Ocurrió esto también en el bautismo. Hemos dicho que en el bautismo se nos regaló la luz de Dios, la luz de la fe y se nos ungió, fuimos ungidos. Cristo, que es el Ungido, nos unge con su Espíritu. Cristo Luz nos ilumina, Cristo Ungido no unge.

Somos ungidos por el Espíritu en el bautismo. Y ungidos para ser fortalecidos y poder vivir esa vida que nos regala el Señor encarnándose. Una unción que nos hace templos del Espíritu, templos de Dios, capaces de acoger a Dios. Y lo acogemos por la Palabra, en los sacramentos y, de modo especial, en la Eucaristía.

También Antonio, nuestro hermano sacerdote, fue ungido en el bautismo como todos los cristianos y recibió otra unción, la del sacerdocio para ejercerlo en representación del Ungido, Cristo Sacerdote.

Él ha dedicado su vida a esas dos tareas: a propagar la luz de Cristo y a ungir con el sacramento del bautismo a otros fieles para que puedan recibir la misma vida que él recibió en el bautismo.

Queremos agradecer a Dios el don de todo sacerdote, el regalo que significa para la Iglesia universal, dejando aparte las distintas diócesis donde uno ha podido ejercer el ministerio.

6.- Hoy es un día de acción de gracias por un hermano que fue iluminado en el bautismo, testigo de la luz, y fue testigo del Espíritu también para ungir a otros.

Todos los bautizados hemos sido ungidos y hemos sido iluminados. Demos gracias a Dios por ello y por el misterio de la encarnación, por el nacimiento del Hijo de Dios que nos capacita y nos regala esa vida que ahora deseamos en plenitud para nuestro hermano Antonio.

Hoy es el último día del año y nos estamos saludando diciendo: “feliz año nuevo”. Los que quedamos en la tierra en este estado de tiempo, en la temporalidad, vivimos día tras día y año tras año. Mañana empezaremos un año nuevo y por ello nos deseamos un feliz año nuevo.

A nuestro hermano Antonio no le podemos decir “feliz año nuevo”; pero lo podemos felicitar aún con mayor profundidad y en lugar de decirle “feliz año nuevo” le diremos: “feliz eternidad”. Esto es lo que estamos diciéndole a él y pidiéndole al Señor que le conceda feliz eternidad. Ya no está en el tiempo, ya no cuentan las horas y los días para él. Ahora vive ya en la eternidad. Antonio, feliz eternidad.

            Que la Virgen lo acompañe entre los ángeles y los santos a la presencia de Dios. Que así sea.

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