
Fuencisla es una de las 60 personas mayores que viven en la residencia de las Hermanitas de los Pobres, en Málaga. Una casa muy especial a la que tenía claro que quería ir a vivir para servir lo que pudiera en sus últimos años de vida.
Y es que, para Fuencisla, la casa de las Hermanitas de los Pobres es «la maravilla de las maravillas. Yo la llamo la antesala del cielo. Para mí la oración diaria es importante y en esta casa la tengo a mano, tengo al Señor en la capilla».
Fuencisla llegó a las Hermanitas con 79 años y ahora tiene 82 y mucha vitalidad, además es muy consciente de que «según las circunstancias que tenemos y la edad, en cada momento podemos aportar nuestros dones»; y en esta casa «el servicio a los demás y el amor es lo que predomina. Aquí, quien lo desea, pone sus dones al servicio de los demás. Cuentan con cada una y cada uno de nosotros. Somos importantes para ellas».
La decisión de venirse a vivir a esta casa la tomó Fuencisla siendo aún joven: «era voluntaria en la casa de las Hermanitas y venía con mucha frecuencia. Por las circunstancias de la vida, una operación muy seria me hizo cambiar mi rutina de vida por completo y me di cuenta de que ya no podía hacer muchas cosas que antes hacía, tenía que bajar el ritmo. He sido una militante de mi época, en la transición, en la época de la batalla campal de la clase obrera, en la HOAC… y sé que ahora puedo hacer muy poco en la calle pero, sinceramente, en esta casa soy una servidora y puedo hacer muchas cosas; y no lo hago porque me lo ordenen, sino porque me sale del alma y deseo hacerlo».

