Plantear unas vacaciones en familia puede estar condicionado por una buena cantidad de variables. ¿Coinciden las fechas del marido y la mujer? ¿Hay niños? En caso afirmativo, ¿de qué edades? Cada vez son más comunes los casos de que no sean vacaciones «pagadas» («me han cortado el contrato y me han dicho que me hacen uno nuevo en octubre» «llevo dos años en paro» o de que, ante la escasez de trabajo, se coja alguna sustitución en el verano «…porque luego, sólo Dios sabe…»). Esas frases suelen resonar en los despachos del COF.
Por eso, lo mejor será dar algunos criterios generales, importantes y que se puedan aplicar a las distintas situaciones.
Hay que pensar que el estrés, las prisas, los horarios y las obligaciones son para cuando se está trabajando (diríamos «…y porque no hay más remedio»). No podemos pasarnos las vacaciones con el «no llegamos», «nos cierran», «no va a dar tiempo a verlo todo». A la hora de ponernos horarios, encargos, etc. ¿no somos a veces nuestros peores «jefes»?
Algo muy útil para conseguir lo anterior: la planificación. Es una actividad típicamente humana y que en vacaciones facilita mucho las cosas. Planifiquemos por tanto todo lo que se pueda: viajes, equipajes, fechas, estancias..Con respecto a los niños, dos cosas: El tiempo que estemos con ellos, primemos la calidad. ¿Qué nos llega más a las entrañas: una tarde aprendiendo a hacer filetes empanados o un día en un parque temático? Y por otro lado, si tienen edad, nuestras parroquias y movimientos organizan un buen número de campamentos, campos de trabajo, etc., para que puedan empezar a volar, mientras se forman sólidamente.
Tiempo para el matrimonio, necesario como siempre, y con el criterio anterior: calidad, profundidad. De nada sirve hacer el Camino de Santiago si no hemos entrado en nuestros corazones.
¿Nos llevamos a Dios con nosotros de vacaciones? Sabemos de sobra donde está. La Eucaristía, su Palabra, la oración (personal y en familia)… Y, volviendo al principio, los empobrecidos y los que sufren. El Papa es rotundo expresando que no quiere una Iglesia «autorreferencial».
No hay felicidad en iglesias domésticas con vacaciones, con vidas «autorreferenciales». ¿Cuántas familias se empezarán a plantear este verano meter en su casa el problema de aquellos a los que la injusticia, la enfermedad, la soledad, no les permiten vacaciones, quizá desde hace mucho? Os deseo unas vacaciones profundamente felices.
José Manuel Cidre, psicólogo