Entrevista al sacerdote diocesano Emilio López Navas, nacido en Málaga en 1979 y ordenado en 2006.
1. ¿Qué te parece si empezamos con algo sencillito? ¿Para qué vivimos? ¿Por qué y para qué estamos aquí?
Estoy convencido de que existimos por y para el amor. El “para qué vivimos”, eso es otra cosa.
2. ¿Sabe alguien qué es la vida y qué sentido tiene?
Jesucristo es la vida verdadera. Puede sonar a respuesta aprendida, soy consciente, pero es así. El truco reside en encontrarse con Él para que llene de sentido nuestra existencia.
3. Hemos rezado que la vida es un valle de lágrimas. ¿Así es?
Me parece que la vida está cosida, tejida de situaciones buenas y malas. Quizá nos hemos quedado siempre con las malas, esas que nos hacen llorar… pero los cristianos hemos de mostrar que la vida ya aquí en la tierra está llamada a ser bienaventuranza.
4. ¿Estamos aquí para hacer méritos para la otra vida y para glorificar a Dios?
A mí me gusta explicar que la vida aquí es como un entrenamiento, un calentamiento para poder participar en el partido del “Estadio Celestial”.
5. ¿Qué aporta a tu vida el Evangelio?
Aporta frescura, novedad, sentido… y un tirón de orejas de vez en cuando si me aparto del plan de vida que me propone (ríe).
6. ¿Debe un hombre vivir para los demás, o eso es un mito cristiano humanista que no tiene nada que ver con la ley natural?
En mi trato con personas no creyentes, pero que viven volcados en el voluntariado, en la acción por los demás, he podido comprobar que vivir la entrega cotidiana es lo que más felices les hace.
7. ¿Quiénes son los enemigos de la vida?
Creo que todo lo que te encierra en ti mismo, lo que hace que no vivas la vida hacia afuera.
8. También el enemigo puede ser uno mismo, ¿no crees?
Pues sí, claro, siempre que te encierras, te vas muriendo.
9. ¿Qué es lo más inteligente que se puede hacer en esta vida?
Seguir a quien dijo “yo soy la resurrección y la vida”. Así él te la llenará de sentido y alegría
10. ¿A vivir se aprende? ¿Y a ser sacerdote?
Pues claro que se aprende, la vida en sí es un aprendizaje. A ser sacerdote, en concreto, cada día: desde el altar y desde el despacho, en la calle y en las clases; en cada momento, si se está atento, se puede descubrir una verdadera lección de vida en las personas y acontecimientos que nos rodean y ocurren.
11. ¿Crees que sabes vivir?
En eso estamos (ríe).
12. ¿Has sufrido alguna crisis vital? ¿En qué o en quién te apoyaste cuando la sufriste?
La palabra crisis es muy profunda, y afortunadamente creo que no he pasado ninguna tan fuerte como para ponerla de ejemplo de crisis. En los momentos duros me suelo repetir la regla de las dos “F”: para alcanzar felicidad, hace falta fidelidad. También me ayuda hablar con compañeros sacerdotes, mi director espiritual y mi comunidad del MAC, Movimiento de Acción Cristiana.
13. En este momento de la vida en el que estás ¿crees que te ha queda algo por hacer?
Muchísimo, me queda mucho por dar de mí, a todos los niveles.
14. ¿Cuál crees que es tu gran aportación a la Diócesis de Málaga?
Grande ninguna, creo que mi trabajo constante por fortalecer las parroquias en las que sirvo… es un pequeño granito de arena.
15. ¿Cuál es el mayor desafío al que se enfrenta nuestra iglesia local hoy?
Son muchos, algunos compartidos con la Iglesia universal, otros con la Iglesia en España y otros muchos autóctonos. Si tuviera que decir alguno que englobara esos tres ámbitos, diría que falta mucho por conseguir en el mundo del laicado, que encuentren realmente su sitio y que a los sacerdotes no nos dé miedo dejarles actuar.
16. ¿El peor pecado con el que has tenido que lidiar?
Tanto personal como de otros, la soberbia de quien cree que no tiene pecado.
17. ¿Cómo podemos escapar de las falsas necesidades?
Yendo a la esencia, cuestionándonos una y otra vez que es lo que realmente ocupa mi corazón para sacudirle el polvo que se nos pega y siendo sinceros con nosotros mismos en todo ese proceso.
18. ¿Qué cosas te importan de verdad y qué cosas no te importan nada?
Me importa mucho que la gente no conozca de verdad la fe, la Palabra de Dios. No me importa nada la gente que se las da de saberlo todo.
19. ¿Quién Jesucristo para ti?
Esa es la pregunta. Un amigo al que poco a poco voy dejándolo ser el centro de mi vida.
20. ¿Te gusta complicarte la vida?
No me queda más remedio (ríe). En serio, si no me complicara la vida no le vería sentido. Sigo a uno a quien no le importó dar su vida por los demás.
21. ¿Cómo te gustaría morir?
En paz.
22. ¿Qué le dirías a quien se esté planteando si Dios lo llama para ser cura?
Que no lo dude, que se abra, que no tenga miedo… pero que solo lo haga si quiere ser feliz hasta el extremo.
23. ¿Podemos decir que hemos venido y estamos aquí para ser felices?
Es una buena definición de la vida, sin duda.
24. ¿Qué es lo más complicado que vives como sacerdote?
Lidiar con las personas que quieren usar la fe, los sacramentos o la Iglesia para beneficio personal. Nos roba mucho tiempo y hace que personas que querrían profundizar en su fe, verse acompañadas en un proceso personal más auténtico se alejen porque sienten que los curas no tenemos tiempo.
25. ¿Qué preguntarías a un joven que se plantea su vocación sacerdotal?
¿Sientes que es para siempre?
26. ¿Qué le falta al presbiterio diocesano?
Lo obvio sería decir más sacerdotes. Lo práctico, una mejor organización. Lo profundo, santidad. Decía D. Francisco Parrilla que a nadie le viene mal un poco más de pobreza y oración.
27. ¿La felicidad es una pasión inútil e imposible?
Me he encontrado con muchas personas en mi vida que han sido y que son felices… así que no, rotundamente.
28. ¿Dónde encuentras la felicidad?
Cuando me siento en el sillón después de una larga jornada y me paro a pensar “qué cansado estoy”, me viene justo después otro pensamiento: “qué bien, has podido darte”. Ahí está mi felicidad.
29. ¿Eres un sacerdote dócil?
Me considero obediente, pero no iluso ni manipulable.
30. Hay quien sugiere que la soledad del cura puede llegar a ser insoportable, ¿has vivido la soledad como un calvario alguna vez? Si es así ¿qué hiciste para abrazarlo?
No vivo mal la soledad, quizá sea un don. Me siento acompañado por mis comunidades, por mis amigos. Tampoco es que rehúya de estar solo, para mí es fundamental tener momentos en los que encontrarme conmigo mismo y con Dios.
31. ¿Tienes algún hobbie que te rescate del hastío?
Me gustan las series de televisión, tocar algo la guitarra y hacer deporte; esto es algo nuevo, pero me está gustando, (ríe).
32. ¿El regalo más bello que te ha regalo ser presbítero?
Muchísimos, participar en las bodas de personas creyentes y cercanas, bautizar a miembros de mi familia y a hijos de mis amigos, sentir como la gente necesita de Dios… Y algo más material: poder viajar y vivir en dos ciudades a que desde joven quería visitar, Roma y Jerusalén.
33. A estas alturas del partido ¿volverías a ser sacerdote?
Sin ningún género de dudas.
34. Chaplin, como casi todos, empezó diciendo que la vida era maravillosa y acabó diciendo que no tenía ninguna gracia. ¿Qué le responderías?
Pues que es una pena que alguien que se dedicó a hacer reír a los demás no haya descubierto el valor de la alegría.
35. Cuando nos preguntamos por el sentido de la vida nos solemos poner muy serios. ¿La trascendencia está reñida con el humor, o también el humor es una manera de afrontar las grandes preguntas?
Para nada, el humor suele ser síntoma de inteligencia, y solos los inteligentes se hacen las grandes preguntas de la vida.
Rafael J. Pérez Pallarés