La virtud teologal de la esperanza es virtud que ayuda a vivir, a vivir como creyentes. ¿Sabes dónde radican muchos de los problemas de fe? En que no sabemos esperar. Sí. Al vivir en la cultura de la inmediatez olvidamos que Dios y la vida tienen su ritmo. Su swing.
Quizá tengamos que aprender de la naturaleza, de nuestro cuerpo. Quizá tengamos que aprender a desaprender ritmos y resituar el desatino que convive con la inquietud. ¿Olvidamos que en Dios somos, nos movemos y existimos? A veces, la desesperación, que conduce al tedio y la desgana, encuentra su raíz en la falta de fe, en la falta de respeto al santo nombre de Dios, con todo lo que eso significa. En los escenarios particulares hay quien pretende serlo todo olvidando que el Señor es quien guía los pasos; es el director de escena. Y por eso en Él, con Él y por Él debemos confiar y esperar.
