Encuentro de Delegados diocesanos para el Clero de las diócesis de Andalucía (Sevilla)

Diócesis de Málaga
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La diócesis de Málaga es una sede episcopal dependiente de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Málaga.

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la Eucaristía celebrada con motivo del encuentro de Delegados diocesanos para el Clero de las diócesis de Andalucía en Sevilla el 2 de abril de 2014.

ENCUENTRO DE DELEGADOS DIOCESANOS PARA EL CLERO

DE LAS DIÓCESIS DE ANDALUCÍA

(Sevilla, 2 abril 2014)

Lecturas: Is 49, 8-15; Sal 144, 8-9.13-18; Jn 5, 17-30.

1.- Os ofrezco una breve reflexión de la primera lectura del libro de Isaías. Sin pretensiones, pero todos podemos decir que hemos sido llamados. Al profeta Isaías el Señor lo envía. Y esto, también está dicho de Jesús, del gran profeta, del único profeta, el Hijo de Dios. Se le dice: «En día propicio te he auxiliado, te he defendido y constituido alianza del pueblo, para restaurar el país, para repartir heredades desoladas, para decir a los cautivos: “Salid”, a los que están en tinieblas: “Venid a la luz”» (Is 49, 8-9).

Y hemos sido llamados, para una tarea que hay que llevar a cabo. Una tarea que nos manda el Señor. Que nos sobrepasa, pues no llegamos a poder cumplirla nunca al ciento por ciento. Nosotros damos lo que podemos, pero nos quedamos muy cortos respecto a lo que el Señor espera de cada uno de nosotros. En esta tarea profética de animar a otros para que vengan a la luz y conozcan el evangelio, -con la duda de que muchas veces no sabemos cómo anunciarlo-; en la tarea de ayudar a salir de prisiones, -y hay tantas prisiones, muchas ideologías que ciegan al hombre de hoy, que lo están maniatando, y mientras ellos se creen libres, viven más esclavizados de lo que creen-. Por eso, cuánto nos cuesta hacer que se abran a la luz y vean; cuánto nos cuesta desatar las ligaduras que les impiden ser libres. Pero, a pesar de todo, nosotros hemos sido constituidos para esta tarea. El Señor nos ha llamado para fortalecer la alianza con su pueblo.

2.- Esta tarea la realizamos sin pretensiones, pues es Jesucristo quien la hace con nosotros. Somos sus colaboradores, porque Él ha querido y lo representamos; porque Él ha querido, ciertamente. Por ello, es una tarea que no debemos descuidar y de la que no debemos ufanarnos. Para esto hemos sido llamados al ministerio sacerdotal.

Y dentro del ministerio sacerdotal, para el ministerio concreto que el Obispo nos ha designado de ayudar a otros sacerdotes a vivir con alegría su misión. A veces, nuestra misión será ayudar a quitar vendas o a revelar la luz, a desatar ataduras que ligan de pies, manos y boca de otros hermanos nuestros. Tarea difícil, complicada, pero es la que nos pide el Señor, y para la que nos ha constituido profetas y sacerdotes. Por tanto, confiemos en Él.

3.- De la segunda lectura me ha cautivado la relación que Jesús tiene con el Padre, la referencia que hace siempre del Padre: «Yo digo lo que oigo al Padre. Yo hago lo que el Padre me dice» (cf. Jn 5, 19). «Yo no tengo autoridad por mí mismo, me la ha dado el Padre» (cf. Jn 5, 30). Todo está referido al Padre. La filiación de Cristo respecto al Padre. Y ahí entramos en juego nosotros. Cristo pone toda su fuerza, pone la base de su ministerio en esa relación filial con el Padre. No sé si nosotros ponemos nuestra fuerza, nuestro fundamento y la base de nuestro ministerio sacerdotal en la filiación del Padre y en la fraternidad con el Hijo. A lo mejor tenemos la tentación de erigirnos, -y Cristo nunca cayó en esa tentación-, en centro, fuente, origen y fundamento de nuestra misión.

«Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo» (Jn 20, 21). Por tanto, nuestra vinculación, nuestra relación con el Padre tiene que ser como la que tuvo Jesús. Por eso, con Él, en relación de fraternidad, pues es nuestro Hermano mayor, y nosotros lo representamos.

4.- Por todo esto, la base de nuestra vida, de nuestro ministerio, de nuestra espiritualidad ha de ser al estilo de la de Jesús: mi Padre Dios, vuestro Padre Dios. Aunque haya una diferencia entre su filiación y la nuestra. Él puede decir «mi Padre» y «vuestro Padre» porque hay una paternidad distinta con Él y con nosotros. Pero nosotros nos vinculamos a esa paternidad a través de la filiación del mismo Hijo.

Por tanto, fundamentemos nuestra vida sacerdotal, nuestra misión, nuestra ilusión, nuestro todo en la relación que tiene el Hijo con su Padre, a la que se vincula nuestra filiación, ya que hemos sido hechos hijos en el Hijo, para que vivamos con Él la paternidad de Dios.

                El Señor nos ayude a vivir así nuestra filiación, y nosotros ayudemos también a nuestros hermanos. Que la Virgen, la Madre de Jesús, con quien ella se vinculó de forma plena y total, nos ayude a nosotros como buenos hijos suyos. Que así sea.

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