«En “Calor y Café” las personas nos volvemos a sentir personas»

Diócesis de Málaga
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La diócesis de Málaga es una sede episcopal dependiente de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Málaga.

«En “Calor y Café” las personas nos volvemos a sentir personas», «hay lugares sorprendentes que no vienen en los mapas, “Calor y Café” es uno de ellos», «gracias a “Calor y Café” por compartir conmigo una conversación y una sonrisa» son algunas de las frases que se pueden leer en el mural de notas y mensajes que tienen disponible para todos los acogidos que llegan a “Calor y Café”.

El 1 de enero de 2017 abría sus puertas el centro de acogida nocturna “Calor y Café” para personas que duermen en la calle. Era la respuesta de generosidad de centenares de personas y entidades al llamamiento que Cáritas lanzaba un año antes, para la creación de este centro como gesto diocesano, con motivo del Jubileo Extraordinario de la Misericordia. El 1 de enero de 2018, este centro cumplió un año de vida, que ha compartido con 328 personas acogidas y más de 30 voluntarios.

Durante este tiempo, más de 100 personas han iniciado un proceso de recuperación personal: 95 personas han accedido a plazas de los recursos de la Agrupación de Desarrollo y 31 han hallado una salida socio-laboral, mejorando su situación personal o familiar. Uno de los acogidos escribió una carta al equipo de Cáritas Diocesana de Málaga en la que expresaba su agradecimiento con estas palabras: «Les doy las gracias por la cálida acogida y el trato exquisito que me dispensaron durante el tiempo que estuve acogido, así como por la oportunidad que me ofrecieron para reincorporarme al mundo laboral, que ha sido la mejor ayuda que podía recibir dada la situación de necesidad en la que me encontraba en ese momento. No lo olvidaré. Ojalá que a lo largo del próximo 2018 puedan superar los objetivos que han alcanzado en este tiempo».

Un año después, Vicente Jiménez, director del centro de acogida nocturna “Calor y café”, trabajador Social de Cáritas Diocesana desde 1994, casado y padre de tres hijos, nos explica cómo ha vivido este tiempo de gracia y misericordia.

¿Cómo ha vivido este primer año de “Calor y café”?

La experiencia para mí ha sido muy satisfactoria. Nunca había trabajado en el campo pastoral concreto, con las personas sin hogar, aunque llevo más de 20 años en Cáritas. Para mí ha sido un reto, pero satisfactorio, ilusionante y esperanzado. El centro se puso en marcha hace un año y está dando respuesta a una necesidad, de hecho, todas las noches del año hemos tenido ocupadas todas las plazas. “Calor y café” es un centro muy en contacto con las personas que acuden a él, con los voluntarios y con el equipo de trabajo, que somos 7 personas. A nivel personal tengo que decir que he crecido. Sobre todo he aprendido a tener una visión más real de la vida; también profesionalmente he crecido, al estar en contacto con otros profesionales y otros centros. “Calor y café” es un centro distinto, su horario es nocturno, admitimos mascotas, somos muy flexibles en la admisión, tenemos una alta tolerancia, pues es un recurso muy pegado a la calle.

¿Ni una noche han tenido plazas libres en todo el año?

Así es. Cuando un grupo nos visita les contamos que abrimos el 1 de enero de 2017 y esa fue la única noche que no vino nadie, el resto del año hemos tenido los 20 sillones ocupados, es más algunas noches de agosto han sido hasta 25 personas.

¿Han recibido visitas de grupos?

Hemos recibido grupos de colegios, cofradías, cáritas parroquiales, que habían conocido el nacimiento de “Calor y Café” gracias a la campaña de sensibilización que se hizo meses antes. Ahora han venido para conocer, en primera persona, lo que se está haciendo en este centro. Es más, en estos días de Navidad, el Sr. Obispo también nos visitó para conocer de primera mano el trabajo que se hace.

Alguna situación que le haya llegado de forma especial.

Hay muchas, la verdad, hay muchas cruces, pero también hay algún logro. Un día apareció un señor anónimo que quería conocer como trabajábamos en el centro y me preguntó qué trabajo hacemos con las personas. Le expliqué que uno de nuestros objetivos es que las personas que acuden a nosotros salgan adelante, que dejen la calle y que mejoren la calidad de vida. Entre nuestros acogidos hay quien necesita un trabajo. Este señor se marchó, pero al cabo de un rato me llamó por teléfono para decirme que ofrecía un contrato de 4 meses a un acogido para que comenzara ese proceso y que quería mantenerse en el anonimato. Uno de nuestros acogidos, un hombre de más de 60 años fue el contratado. Es un gesto de misericordia. Yo creo que, cuando las personas conocen el trabajo que se hace, se vinculan a él. Tenemos más de 30 personas voluntarios compartiendo su tiempo, su experiencia, otros lo hacen a través de donativos… lo importante es conocer la realidad para vincularse y comprometerse.

¿Un momento para dar gracias?

Así es. Primero a Dios y a la Iglesia malagueña por esta apuesta y compromiso. Y después, a toda la gente que se ha vinculado al centro de alguna forma y que sigue colaborando para que el centro siga adelante. Gracias, de forma especial al grupo de voluntarios, que son más de 30 y vienen en un horario intempestivo. Además están disponibles para cualquier actividad tanto dentro como fuera del centro. Y también a las 6 personas que tenemos contratadas, que no se limitan a una actividad laboral, sino que su compromiso personal trasciende lo laboral. Gracias a las cofradías, las Cáritas parroquiales, los colegios religiosos y públicos, las parroquias, y tantas instituciones a las que hay que agradecer su generosidad. Sin olvidar que trabajamos, de forma coordinada, con todas las instituciones que trabajan en Málaga con las personas sin hogar a través de la Agrupación de Desarrollo.

TESTIMONIO. RAFAEL CORTÉS, VOLUNTARIO

Conocí el proyecto de Calor y Café a través de un trabajador que me invitó a echar una mano en los comienzos. Desde entonces colaboro un día a la semana en turno de noche. Los que “echamos una mano” nos dividimos en dos grupos, uno por la mañana de 7.30 a 10 y otro de noche de 9 a 12 horas.

Nuestra labor consiste en ofrecerles una ducha, lavarles la ropa, ponerles un café con galletas o un bocadillo… y, sobre todo, hablar distendidamente y sin prisas con las personas que llevan en todo el día en la calle, con lo que ello supone – te dicen que el día se hace mucho más largo, que parece que las horas no pasan – y los creo totalmente, necesitan descansar sin la tensión y el miedo que supone estar viviendo y durmiendo en la calle.

Son personas golpeadas por distintas circunstancias de la vida, a los que, de forma profesional desde “Calor y café”, los trabajadores les hacen un acompañamiento individual para poder encauzar y dar solución, dentro de las posibilidades a su situación personal.

¡Cuántos días yo no soy plenamente consciente de que tengo mi cena, mi cama, mi casa, mi familia…!

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