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Nunca estamos solos: a veces nos acompañan otros; si eres creyente, siempre Dios. Sin embargo, el sentido de la vida parece, en ocasiones, tan frágil en algunas personas que desaparece a la primera de cambio. Al menor contratiempo.
En otras ocasiones, ha sido la historia personal de cada uno la que ha ido horadando el sentido vital hasta el punto de convertir la vida en una tristeza permanente. Se olvida que hay que mimarlo y cuidarlo para que no muera o permanezca enterrado entre tanto ruido, entre tanto estímulo. Urge rezar más. Orar más ante el Sagrario y con la Palabra para fortalecer el sentido de la fe y de la vida. Y para, llegado el caso, superar las adversidades; es en ese trance cuando la fe emerge como aliada para descubrir que la vida puede convertirse en fabulosa y excelente. Será entonces cuando no perdamos el interés ante el menor contratiempo.