El 8 de diciembre, Solemnidad de la Inmaculada Concepción, los seminaristas, los formadores y sus familias, harán su peregrinación jubilar hasta la Catedral. Culminarán así las fiestas con motivo de su Patrona, que comenzaron el sábado 29 de noviembre con un día de retiro dirigido por el obispo D. José Antonio Satué.
Desde ese día de retiro, los seminaristas y sus formadores comienzan a vivir la novena a la Inmaculada y a preparar la casa para recibir a la familia en la celebración de la Patrona, el 8 de diciembre, día grande en el Seminario. ¿Cómo viven este tiempo?
Desde el sábado 29 de noviembre al 7 de diciembre, los seminaristas celebran la novena a la Inmaculada, a la que cada día se une un sacerdote de la diócesis para la predicación, entre ellos, los últimos ordenados: José Ignacio Postigo y Antonio del Río. El 7 de diciembre, tras concluir la novena, «acudiremos, junto a todos los jóvenes de la diócesis, al Santuario de la Victoria, para celebrar la Gran Vigilia de la Inmaculada», explica el rector, Juan Manuel Ortiz.
De regreso al Seminario, ese 7 de diciembre, harán una cena especial tras la que los alumnos de Introductorio (Juan Manuel Seco, Alejandro Romero y Pablo Martos) presentarán el Belén, que se bendecirá esa noche.
Al son de villancicos, llega el 8 de diciembre, Solemnidad de la Inmaculada, con un desayuno muy especial y festivo tras el que emprenderán su peregrinación hacia la Catedral. «La celebración de este año va a ser nuestro Jubileo de la Esperanza junto a nuestras familias. Será muy emotivo cruzar la Puerta Santa de la Catedral todos juntos», explica el rector y, además, «como viene siendo tradición, los seminaristas de cuarto curso, Álvaro Dawid y David Mezcua, recibirán los ministerios de lectorado y acolitado».
Tras la Eucaristía en el primer templo malagueño, los seminaristas y formadores se harán la foto de familia en la Capilla del Buen Pastor y compartirán la mesa con sus familias, para culminar la tarde con una velada festiva y el rezo de las vísperas, en las que acogerán y harán entrega de la Cruz del Buen Pastor a los nuevos seminaristas que se han incorporado este año.
Juan Manuel, ante esta fiesta de la Inmaculada, pide al Señor que, «haciendo mía la petición de san Manuel González, no nos cansemos de trabajar en favor del Seminario, que no nos cansemos de trabajar en favor de las vocaciones, que ayudemos a todos esos chavales que el Señor está llamando, para que de verdad puedan responder con amor y generosidad a esa llamada y servir a los hermanos. Que nuestra Madre Inmaculada nos ayude a seguir adelante con ilusión».
Familia del Seminario
Este curso, la familia del Seminario la forman 12 seminaristas y cuatro formadores, además de dos confesores. En el curso Introductorio entraron Juan Manuel Seco, Alejandro Romero y Pablo Martos; en el segundo curso están Daniel Garcia e Ismael Salas; en el cuarto, Álvaro Dawid y David Mezcua; en el quinto, Huberto Owono; en el sexto, Juan Alfredo Hernández y Cristian Carrasco; y en el curso Año Pastoral José Francisco Fernández y Cristian Castro. En el equipo de formadores se encuentran Juan Manuel Ortiz (rector), Juan Baena (vicerrector), Miguel Ángel Gamero (director espiritual) y el misionero claretiano José Manuel Caselles (director espiritual adjunto). Además, el sacerdote diocesano José Emilio Cabra y el carmelita José Manuel Fernández, son confesores del Seminario de Málaga.
Nuevas incorporaciones
En el curso Introductorio han entrado este año tres nuevos seminaristas:
Pablo Martos tiene 28 años y es de la parroquia Santa Rosa de Lima. Es graduado en Filosofía y pidió entrar en el Seminario «tras realizar dos experiencias de discernimiento vocacional, aconsejado por mis párrocos: Monte Horeb y el Curso de Discernimiento Vocacional. En ellas busqué discernir si verdaderamente el Señor me llama a ser sacerdote».
Juan Manuel Saco tiene 47 años y pertenece a la parroquia de Nuestra Señora de los Ángeles, en el barrio de Miraflores. El empujón de la llamada a entrar al Seminario llegó a su vida tras «una operación y una larga enfermedad. Sentí que quería servir a Dios, a la Iglesia y a los hermanos a través del sacerdocio».
Alejandro Romero tiene tiene 28 años y es médico cirujano y licenciado en Citotecnología. Pertenece a la parroquia de Nuestra Señora del Socorro, de Casabermeja y, su decisión de entrar al Seminario «ha sido un proceso largo, acompañado de experiencias vividas en el hospital con los pacientes y en la parroquia. A este servicio se suma el acompañamiento espiritual y una vida de oración más comprometida».
Y al curso de Año Pastoral se ha unido Cristian Castro que tiene 39 años y es natural de Colombia. Tiene ya realizados los estudios eclesiásticos en Filosofía y Teología, una licenciatura para ser profesor, y acaba de terminar un Máster en Teología Dogmática. «Desde los nueve años, en que fui monaguillo, ha venido creciendo en mí la inquietud vocacional. Cuando estaba en el colegio asistí a un retiro vocacional para jóvenes y fue un momento decisivo que me ayudó a discernir esa llamada que el Señor me estaba haciendo».
