“Un barrio malagueño: El Perchel en la edad moderna y contemporánea”, este es el título del libro de Susana Rodríguez de Tembleque, técnico del archivo de la Catedral, que ha obtenido el Premio Málaga de Investigación y que ya se puede adquirir en las librerías.
Desde su origen, afirma esta investigadora, «el Perchel ha sido el barrio más castigado de Málaga. En su historia no faltan ataques de piratas berberiscos, terremotos, riadas, epidemias e incluso planes municipales que partieron el barrio, destruyendo sus casas y sus calles».
Esta obra narra cómo el germen de este barrio fue sacar de la ciudad y llevar al otro lado del río «las profesiones “pestilentes”. A saber: el matadero municipal, las curtidurías, así como la industria de la anchoa y el secado de pescado en los percheles, lo que dio nombre al barrio. Por lo que, desde su origen, la población que allí residía eran los trabajadores que desempeñaban estas profesiones junto a sus familias». Uno de los momentos más dramáticos que rescata Rodríguez de Tembleque fue «el terremoto de 1680 cuando, tras años de sufrir hambrunas y la peste, se produjo el mayor movimiento sísmico que se recuerda en la zona, donde los que no quedaron sepultados por sus propias casas, huyeron a la playa “temiendo -como recogen las fuentes- que hubiera llegado el día del juicio universal. Iban llorando y pidiendo a gritos socorro espiritual” que obtenían de los carmelitas descalzos, cuyo convento había sido derruido, e iban confesando a la gente por las calles y la arena de las playas».
UN OBISPO A NADO
Otro acontecimiento que llama la atención fue cuando «fray Alonso de Santo Tomás, entonces prior del convento de Santo Domingo, llegó a nado, junto a sus compañeros, desde el convento de los dominicos hasta el de San Andrés, cuando se desbordó el río Guadalmedina en 1661. Inundación que destruyó más de 1.600 casas y se cobró la vida de centenares de vecinos, además de dejar incomunicado al barrio durante varios años, ya que la crecida también destruyó el puente. Un puente que fray Alonso promovió que se reconstruyera cuando fue obispo de Málaga entre 1664 y 1691». Como puede apreciarse en estos dos trágicos acontecimientos, el barrio del Perchel «contó desde su origen con ayuda espiritual.
Fue el rey Carlos I el que concedió su permiso a la cofradía de San Telmo, patrón de los marineros, para construir el convento de Santo Domingo». En cuanto a cofradías, en la época se tiene constancia de la del Rosario y la de Jesús Nazareno; y respecto a ordenes religiosas, a las ya mencionadas carmelitas descalzos y dominicos, vinieron a sumarse miembros de la familia vicenciana y «los jesuitas, enviados por Lorenzo Armengual de la Mota, que fuera obispo de Cádiz y que nunca olvidó el barrió donde nació: el Perchel».
El libro continúa con la posterior industrialización, donde el Pechel brilló con luz propia hasta un nuevo golpe con la crisis de la industria. Pero, como dice la autora, el Perchel seguirá levantándose, como lo ha hecho a lo largo de toda su historia».
Beatriz Lafuente