La Casa del Sagrado Corazón de Jesús de Málaga, conocida por todos como el Cottolengo de Málaga, se sostiene gracias a la Providencia, que ha provisto una puesta en valor de los jardines de la Casa que ha llenado del color y la alegría de las plantas este hogar.
La Providencia tiene muchas maneras de actuar incluso a través de cosas tan sencillas como las plantas y, eso en el Cottolengo de Málaga lo saben muy bien.
Con la llegada del verano a todos nos gusta disfrutar de un rato de fresco en el exterior a la caída del sol, y si para ello contamos con un jardín ese momento es inmejorable. Pero el jardín del Cottolengo necesitaba con urgencia una ayuda para su puesta en valor.
Y es que, como explica Susana Lozano, subdirectora del Cottolengo de Málaga, «la primera impresión de un lugar, es muy importante, sobre todo para las personas que residen en esta Casa. Porque, cuando llegan aquí, es porque no cuentan con otro recurso. Muchas vienen con miedo, con preocupaciones y han vivido situaciones muy difíciles. Cuando llegan las visitas, les contamos que esta Casa tiene más de 50 años, pero la ven limpia y cuidada. Esa coquetería es necesaria para las personas y también para los lugares. Me gusta creer que cuando llegan pueden pensar: “si cuidan las plantas cuidarán de nosotros también”».
DONACIONES
Por eso, como afirma el director de esta Casa, Patricio Fuentes, «es tan importante para nosotros que Javier García de JardinoEco, se haya ofrecido a dedicar su tiempo a nuestro jardín, y a sembrar las plantas que nos ha donado Viveros Serrano».
Del cuidado de las plantas siempre se ha encargado algún residente o algún voluntario; pero, como comenta Lozano «es una labor que te tiene que gustar, y en estos momentos, no contamos con nadie con este perfil». Mientras Susana dice estas palabras, abre la puerta del patio y encuentra a uno de los residentes, tijeras en mano, podando un seto. Con gran sorpresa, la subdirectora se acerca y le dice: «hola Robert, qué buena idea has tenido, ¿cómo se te ha ocurrido?». Y él, con total naturalidad responde: «porque además de camionero, yo he sido jardinero y he pensado que así estaría más bonito». «¿Y te has dado cuenta justo hoy?» insiste Lozano, y él responde: «Pues sí».
Entonces, la subdirectora explica que Robert «es belga, tiene más de 50 años, y trabajaba como camionero. Pero le dieron varios ictus y acabó residiendo en el Albergue Municipal de Málaga, desde donde lo derivaron a la Casa del Sagrado Corazón de Málaga en 2017. Normalmente no quiere salir de la cama y se pasa el día de mal humor, por eso es tan sorprendente la situación».
Pero ahí no queda la cosa, porque mientras charlamos, se acerca el jardinero de JardinoEco,
Javier García, que habla francés desde pequeño y comienza una conversación en su lengua materna, con Robert haciéndole sentir muy a gusto, y que desaparezcan las lagunas en el idioma.
García, que ahora está inmerso en un proyecto de ecosistemas verticales, explica que «aunque no tengo mucho tiempo, alguien tenía que hacerlo, y creo que todos debemos ayudar en lo que podamos. Muchas veces piensas que necesitas ayuda, pero te das cuenta de que hay mucha gente que necesita más ayuda que tú».
Este mismo día llegó de visita Mohamed, que ahora trabaja en Francia, pero estuvo más de un año residiendo en el Cottolengo mientras se recuperaba de un autotrasplante de médula. Cuando estaba en la Casa él se encargaba de las plantas. Cuando Lozano le pregunta «¿qué haces aquí hoy?». Responde: «Pues es que he venido a Málaga de visita y tu sabes que siempre me gusta venir a echar una mano en lo que haga falta. ¿Qué necesitas que haga?».
Y es que, la providencia sigue actuando y seguro que mucho tiene que ver el «genio del bien», como denominó el papa Pío XI a san José Benito Cottolengo, cuando lo canonizó. Y así es como en unas horas, el jardín del Cottolengo de Málaga pasó de necesitar un arreglo a contar con las manos de tres jardineros dispuestos a dar lo mejor de ellos gratuitamente.
Beatriz Lafuente