El Colegio Diocesano Espíritu Santo, ubicado en las barriadas de Dos Hermanas y San Andrés de la capital malagueña, se han involucrado activamente en un proyecto que partía de la fusión de dos materias: Francés y Educación en Valores, para contribuir a la protección de la creación titulado «Notre planete est notre maison: sauver la nature» (nuestro planeta es nuestro hogar: salvemos la naturaleza).
Y es que, como explica María Romero-Ballaltas, doctora en Psicología y profesora de Francés y Educación en Valores en el Colegio Espíritu Santo, «el cambio climático, la pérdida de la biodiversidad y la contaminación son problemas globales que afectan a todos, pero son nuestros jóvenes, adolescentes y niños quienes más sentirán las consecuencias adversas a corto y largo plazo», es por ello que «uno de los objetivos explícitos que persigue la Ley Orgánica de Modificación de la LOE (LOMLOE) es adecuar el currículo escolar al contexto de crisis ambiental que vivimos: «Dado que el sistema educativo no puede ser ajeno a los desafíos que plantea el cambio climático del planeta, los centros docentes han de convertirse en un lugar de custodia y cuidado de nuestro medio ambiente. Por ello han de promover una cultura de la sostenibilidad ambiental, de la cooperación social, desarrollando programas de estilos de vida sostenible y fomentando el reciclaje y el contacto con los espacios verdes» (Preámbulo de la LOMLOE)».
«Puesto que estamos convencidos, por un lado, que la educación y la difusión son herramientas poderosas para la protección del medio ambiente y, por otro, que los jóvenes son una fuente inagotable de creatividad y energía transformadora para encaminarnos hacia una lucha por la conservación del planeta, hoy, más que nunca, educadores y profesores, tenemos que contar con nuestros alumnos para enfrentar los efectos del cambio climático y promover nuevas acciones que contribuyan a cuidar los ecosistemas», añade la profesora.
Así pues, el viernes 14 de junio, 42 alumnos de 2º de ESO, quisieron contribuir en el cuidado de las playas y se implicaron en la limpieza de 300 metros de la playa de la Misericordia. Algunos de ellos compartieron ideas sobre cómo pueden implementar prácticas en su vida diaria y promoverlas entre sus amigos, familiares, e incluso los gobernantes.
Por ejemplo, «Abigail, nos comentaba sobre diferentes acciones como: cuidar y reciclar está en tus manos, tú decides si nuestro planeta está sucio o limpio; recuerda que después de ti vendrán tus hijos y tus nietos. Con esta actividad llamamos a todos los gobernantes, a compañeros de otros centros, educadores y ciudadanos a proteger el entorno costero».
Por su parte, Iván y Francisco añadían: «Existe una mala depuración de las aguas que se vierten al mar. Los gobernantes deben resolver el saneamiento de sus aguas residuales».
Las hermanas Miriel y Lorien también se expresaban en estos términos: «Cada año se tiran 6,4 millones de toneladas de residuos y el 60% es plástico y, por ello un millón y medio de animales mueren por causa de estos residuos de plástico. Son cantidades exageradas. Nosotros queremos contribuir en la limpieza de 300 metros de nuestras playas para evitar que los plásticos no contaminen y no afecten a la fauna marina».
Unai, Mario y Hugo se dirigían a los ayuntamientos a los que pedían que «podían crear leyes medioambientales para que el ejercicio de las empresas no afecten a nuestro planeta y garanticen el mantenimiento saludable de nuestras playas».
Alejandro, Hugo, Ainhoa, y Ángel afirmaban: «Nosotros estamos de acuerdo en que los transatlánticos vengan a nuestro puerto de Málaga, pero que no se conviertan en un problema ambiental en nuestras costas».
Edu, Victory, Luismi y Hugo concluían: «Estamos en contra de la pesca masiva por el impacto que provoca sobre la biodiversidad y la pérdida de especies marinas importantes».
Por último, con esta actividad también quisieron «tomar conciencia de la importancia del silencio en los adolescentes, para ello, después de haber finalizado la actividad estuvimos 20 minutos paseando por el paseo marítimo en silencio para dejarnos afectar por la experiencia y para comunicar a los ciudadanos que los jóvenes necesitan del silencio y que la exposición prolongada al ruido, es decir la contaminación acústica, afecta a nuestra salud produciendo, entre otras molestias, trastornos del sueño y deficiencias cognitivas».