
La delegada de Migraciones de la Diócesis de Málaga, Pilar Gallardo Quero, en el último Círculo de Silencio celebrado en la capital, abordó la realidad que deja el acuerdo de la UE con el denominado Pacto de Migración y Asilo, en consonancia a la nota publicada por los obispos españoles esta misma semana.
En esta convocatoria pública, realizada en la plaza de la Constitución y convocada por la Delegación de Migraciones de la Diócesis de Málaga, Pilar Gallardo leyó el siguiente texto:
«El pasado 20 de diciembre se dio a conocer el contenido de un acuerdo en el plano de la UE denominado Pacto de Migración y Asilo. Llevaba dos años negociándose con el objetivo de tener un marco jurídico común para gestionar el fenómeno migratorio. Sabemos las nefastas consecuencias de que cada Estado actuara por su cuenta, con medidas improvisadas, unilaterales y descoordinadas. Este pacto era muy necesario, pero su resultado ha sido decepcionante. A pesar de que se anunciaba que en este pacto se adoptaría un enfoque humano y humanitario, afirmando que: “salvar vidas en el mar no era opcional, o que los países más expuestos debían poder contar con la solidaridad del conjunto de la UE”… la realidad ha sido otra muy distinta.
La Subcomisión Episcopal para las Migraciones y Movilidad Humana de la CEE lo ha definido como “una oportunidad perdida”. Han emitido una Nota en la que expresan su decepción ante este acuerdo: «No hay una una visión integral centrada en la persona y el bien común, sino un pacto para el control y la externalización de las fronteras». Y advierten de lo siguiente:
1. Que se quieren legitimar prácticas tales como:
– Permitir la detención de niños a partir de los 6 años.
– Acelerar los procedimientos de asilo, en detrimento del análisis profundo de cada solicitud.
– Reforzar los sistemas de identificación con datos biométricos.
– Y permitir una solidaridad a la carta entre países, en los que algunos de ellos pueden optar por pagar una mísera cuantía económica por persona, para no tener que acoger y responsabilizarse del cupo asignado.
2. Que se utilizan conceptos jurídicos indeterminados como “crisis” o “instrumentalización” para destinar dinero a gobiernos de terceros países, sin garantías de que en ellos se respeten los derechos humanos, por ejemplo.
3. Que no se han abordado con rigor, a nivel de la UE, las alternativas que, tanto la Iglesia como otros actores sociales, vienen promoviendo y pueden resultar más eficaces:
– En lugar de excusarse en el “efecto llamada”, hay que contribuir a evitar las guerras y hambrunas, promoviendo el desarrollo de las poblaciones locales y así poner el foco sobre las verdaderas causas. No hay efecto llamada, sino “efectos salida”.
– En lugar de agitar el miedo al migrante con fines electoralistas, desmontarlo con la verdad y apelando a valores humanos o religiosos.
– En lugar de justificarse en la lucha contra las mafias, invertir en lo que más puede restarles poder: el establecimiento de vías legales y seguras para una migración ordenada, habilitando corredores humanitarios cuando sea necesario y coordinando políticas entre las diferentes administraciones y países.
La sociedad civil tiene que alzar la voz y, en este Círculo del Silencio queremos seguir haciéndolo. Pero también podemos dar ejemplo a nuestras instituciones, mostrando que una acogida digna e integral es posible, que no se limite a una asistencia inicial para acabar abandonando a su suerte a personas en situación de vulnerabilidad. Podemos coordinar esfuerzos y compartir recursos, registrar las carencias del sistema de acogida e informar a la sociedad y a las administraciones de las mismas, seguir proponiendo alternativas y ofrecernos al diálogo».