La exposición «Huellas», en Ars Málaga, cuenta entre sus obras con importantes imágenes marianas de toda la provincia. Miramos a María a través del arte a lo largo de los siglos. Se puede visitar hasta finales de septiembre, pero ante el éxito que está teniendo se está estudiando ampliar la fecha.
La Iglesia, a lo largo de la historia, pide a los artistas que manifiesten que María es reina, por medio de ropajes y coronas, pero también, y por encima de todo, que es mujer y madre, con gestos tiernos llenos de humanidad.
La tradición comienza hablándonos de María como madre. «La primera representación de la Virgen, en las catacumbas de Priscila, gira en torno a su maternidad», explica el director de Ars Málaga, Miguel A. Gamero. «Y a partir de ahí hay que entender toda la Mariología. Luego la reflexión teológica va añadiendo otra serie de atributos a la Virgen: ya que es madre, Dios la preserva de todo pecado y la hace inmaculada. Es Virgen porque es madre de Dios y será asunta al cielo porque Dios, que la ha preservado de todo pecado, la lleva al cielo en cuerpo y alma, evitándole una muerte dramática».
Gamero explica cómo toda la historia del cristianismo depende del sí de María. «Dios respeta en todo momento la decisión libre de una mujer. Y a través de esa decisión entra la salvación en el mundo, por tanto su figura ocupa un lugar muy especial en la historia de la salvación, en la historia de nuestra fe y, más concretamente, en la de esta exposición en particular».
En «Huellas» encontramos una extensa iconografía mariana que, a pesar de su antigüedad, sigue conmoviendo al visitante. «Las imágenes que servían de catequesis para dar a conocer a María a los fieles de otras épocas —explica Gamero— siguen siendo actuales hoy. Cambian las advocaciones, el matiz sobre el que ponemos el acento, pero mucha gente sigue siendo capaz hoy, en nuestro mundo secularizado, de llegar a la fe a través de María. La madre, en muchas religiones y también en el cristianismo, significa mucho y en la antropología de cualquier cultura, es esencial. Tener un modelo de madre de la categoría de María es fundamental para entender nuestra fe».
María en la exposición «Huellas»
Concebida sin pecado
Fijamos la mirada en la obra «Inmaculada Concepción» a tribuida a Miguel F. de Zayas, de 1697, procedente del Seminario de Málaga. El dogma de la Inmaculada fue proclamado el 8 de diciembre de 1854, y en el proceso tiene un protagonismo fundamental el reconocimiento popular, que se refleja también en el arte. El modelo para expresar que María es inmaculada se toma del libro del Apocalipsis: una mujer vestida de sol, con doce estrellas sobre su cabeza, la luna bajo sus pies y que pisa a un dragón. En sus representaciones, nunca se desvincula a María de su hijo. En la Inmaculada, la cinta y el vientre abultado representan a Cristo en el seno de su madre.
María, niña
Fijamos la mirada en la obra «Santa Ana y la Virgen», de autor anónimo, del siglo XVIII, una talla en madera policromada situada en el Palacio Episcopal. «Con la niñez de María, el arte completa lo que los evangelios no nos cuentan, y nos la presenta a través de escenas cotidianas en la vida de una muchacha judía de la época: llevada de la mano de su madre o siendo presentada en el templo. El artista expresa así que alguien de nuestra raza es la madre de Dios, con lo que consigue dar la vuelta a una visión muy concreta del ser humano, elevándolo a una categoría inmensa», explica Gamero.
Madre dolorosa
La devotio moderna es una corriente espiritual de la Baja Edad Media que pone el acento en los sentimientos, y que se extiende por España con facilidad. En «Huellas» hay dolorosas típicas del barroco que, según el director de este espacio, «muestran a una madre que llora la pérdida de su hijo. El suyo es un dolor contenido, con las manos cerradas. No queda rastro de la reina, de la mujer
triunfante. Sin embargo, en ellas se nos habla de la esperanza de que la muerte no tiene la última palabra». Todos estos rasgos quedan reflejados en la Dolorosa de Pedro de Mena y Medrano de 1670. Es una obra el madera policromada con decordado a pincel, procedente del Santuario Santa María de la Victoria de Málaga.
Reina de los cielos
La imagen de la Virgen de la Esperanza de aytor anónimo de 1410, obra en madera policromada de la parroquia de San Sebastián de Antequera, es una de las más antiguas de la diócesis de Málaga, y recuerda en muchos aspectos a la patrona, Santa María de la Victoria. De estilo gótico tardío, la Virgen aparece como madre de Dios y madre de la Iglesia, y se encuentra sentada en un trono lo que, junto a los tejidos, deja constancia de su realeza. «Decir reina entonces era decir la persona más importante de una sociedad. Por eso la llamamos reina, pero no de la tierra, sino del cielo» cuenta Gamero.
Ana María Medina