En el segundo aniversario de la propuesta del Año Familia Amoris Laetitia, por el papa Francisco (19 de marzo de 2021), la Delegación de Pastoral Familiar propone este testimonio para profundizar en la exhortación apostólica.
«Ha hecho que entre nosotros encajemos como las piezas de un puzzle y ha permitido ese AMOR QUE TODO LO ESPERA, pero sólo porque Él siempre ha estado con nosotros»
“No desespera del futuro. Indica la espera de quien sabe que el otro puede cambiar. Siempre espera que sea posible una maduración, un sorpresivo brote de belleza, que las potencialidades más oscuras de su ser germinen algún día. Implica aceptar que algunas cosas no sucedan como uno desea. Aquí se hace presente la esperanza en todo su sentido. Esa persona, con todas sus debilidades, está llamada a la plenitud del cielo. Allí el verdadero ser de esa persona brillará con toda su potencia de bien y de hermosura. Eso nos permite, en medio de las molestias de esta tierra, contemplar a esa persona con una mirada sobrenatural, a la luz de la esperanza. ”(AL 116-117)
Somos José y Alejandra, tenemos tres hijas: Macarena, Belén y Rocio. Llevamos 29 años de casados y 9 años de novios, es decir, que esta aventura de a dos comenzó hace mucho tiempo y cuando éramos muy jóvenes e inmaduros todavía. Desde un primer momento dejamos que en esta aventura nos acompañara el Señor con su Espíritu Santo y con su madre María. Primero, nos acompañó con encuentros para novios, donde teníamos que conocernos, aceptarnos y aprender a tener confianza en el otro, siempre recordamos nuestras peleas por los celos (ese querer ser dueño del otro, sus posesivos) y aunque después nos reconciliábamos, al tiempo volvíamos a caer. Luego, cuando nos casamos, el Señor nos permitió compartir encuentros con otros matrimonios jóvenes. Aquí si empezábamos un caminar, a veces, con muchas piedras y otras veces como un sendero llano. Al principio íbamos con nuestra economía familiar bien, en ascenso, hasta que Alejandra, que en ese momento tenía un trabajo más estable, es despedida y, además, teníamos a Macarena ya encamino. José tuvo que reforzar trabajos y ajustarnos más. En estos momentos la providencia siempre se hacía presente a través de nuestros padres o amigos que vivían lo mismo que nosotros. Luego montamos nuestra propia empresa, se agrandó la familia por la llegada de Belén y siempre nuestra cruz fue la parte económica.
A través de nuestras niñas el Señor permite que conozcamos el movimiento de los Focolares y nos hace ver que hay muchas más personas que viven la misma realidad que nosotros, por lo que comenzamos a apoyarnos unos a otros. Siempre recordamos cuando nos reuníamos a cenar y cada uno traía lo que le había sobrado de ese mediodía o días anteriores, era una alegría este compartir creando lazos de amistad que perduran hasta hoy día. Luego de algunos años, con nuestra economía en subidas y bajas, se nos presenta la oportunidad de emigrar de nuestro país y venir a España en busca de mejorar nuestra situación. Así que, poniendo todo en la voluntad del señor, emprendemos un nuevo camino en un país diferente, pero que nos arropó con los brazos abiertos. Ya venía en camino Rocío, quien nació a los 4 meses de instalarnos. Aquí hemos vivido muchas situaciones de providencia y de muestras de cariño de todo el movimiento. También, hemos tenido nuestros momentos de desierto, donde solo el Señor caminaba junto a nosotros, pero con su misericordia y amor incondicional siempre, siempre nos ha acompañado.
Hoy, si miramos hacia atrás nos damos cuenta de que ese Jesús en Medio de nosotros, nos ha moldeado entre sus manos, nos ha hecho crecer, madurar, ha hecho que entre nosotros encajemos como las piezas de un puzzle y ha permitido ese AMOR QUE TODO LO ESPERA, pero sólo porque Él siempre ha estado con nosotros.