El cardenal Juan José Omella (Cretas -Teruel-, 1946) es arzobispo de Barcelona y durante muchos años ha formado parte de la Comisión Episcopal de Pastoral Social. El lunes 28 de enero, a las 19.00 horas, imparte la ponencia ”Cáritas en una Iglesia en salida misionera” en el Centro Superior de Estudios Teológicos “San Pablo”.
Se cumplen 50 años de la institucionalización de Cáritas en Málaga. ¿Cómo de cercana le resulta esta historia?
Desde Cáritas, siguiendo el ejemplo de Jesucristo, siempre se ha querido ayudar a las personas más vulnerables a recuperar su proyecto vital. Y esto se aplica en todo el mundo, y todos nosotros somos sus instrumentos allá donde nos encontremos. En Málaga la labor de atención fue previa a la institucionalización de Cáritas, que consolidó la atención y la formación a la juventud, el cuidado y la asistencia a la tercera edad o la ayuda a miles de malagueños para obtener una vivienda digna. También es destacable la capacidad de respuesta ante hechos como las inundaciones del año 1989, realizando un esfuerzo para dar un techo a muchos malagueños que lo habían perdido todo. Proximidad, empatía, pueblo cristiano, solidaridad, hermandad,… fraternidad en suma, son los conceptos de la historia y del porvenir de Cáritas.
Estamos llamados a ser Iglesia en salida. ¿Es la caridad una puerta siempre abierta al mundo?
Sin lugar a dudas. Como dice el papa Francisco «siguiendo a Cristo por el camino de la caridad, nosotros sembramos esperanza». Vivimos inmersos en una sociedad donde primamos la inmediatez y la instantaneidad fruto de una mala adopción de la tecnología que nos aboca a un riesgo real de deshumanización. Ello hace que desde instituciones de Iglesia como Cáritas, tengamos la responsabilidad de sembrar la esperanza con obras de solidaridad. Tenemos que volver a mirar a los ojos al prójimo, entenderlo, identificarnos con él, vernos en él… La «Cáritas», nos recuerda el Papa, «es expresión de la comunidad y la fuerza de la comunidad cristiana es hacer crecer la sociedad desde el interior, como la levadura.»
La vivienda, la injusticia en el ámbito laboral, la marginación… siguen siendo realidades a las que responder hoy, igual que hace medio siglo. Podría venirnos a la mente la frase de Jesús “A los pobres los tendréis siempre con vosotros” (Mc 14,7). ¿Cómo actualizar la respuesta que podemos dar a esos problemas?
La caridad y la atención a los pobres la tenemos que entender como una labor no solo a los que no tienen dinero, sino a los que sufren, a los que están solos, enfermos y sin esperanza…. La opción por los pobres encuentra su origen en la invitación de Jesús: «Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme.» (Mt 25, 35-36). De hecho, esta será la pregunta de examen cuando dejemos este mundo: ¿Has amado? ¿Has vivido atento y ayudando a los más pobres y los que más sufren? Seremos examinados en el amor. Por ello la actualización por la que me pregunta pasa por entender siempre nuestro servicio hacia la persona que sufre y por ello tenemos que hacer tanto una escucha activa de nuestro entorno como participar cristianamente en él.
El impacto social de la acción sociocaritativa de la Iglesia católica es muy grande. Pero ¿qué aporta el ejercicio de la caridad también a los cristianos y a las comunidades parroquiales?
La preferencia por los pobres y marginados no se puede quedar solo en eslóganes y palabras. Conviene hacer realidad la exhortación que nos dirige la Palabra de Dios: «Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras» (1Jn 3,18). Esto es lo que los católicos intentamos hacer a través de Cáritas y de tantas otras instituciones de Iglesia que trabajan para hacer real y palpable el mandamiento del amor. La caridad, pues, nos aporta el amor.
El cristiano del siglo XXI, ¿podría serlo sin atender a la caridad?
El cristianismo arraigó, en sus inicios, entre los más pobres y marginados. Creo que el alimento material y el espiritual son las dos caras de una misma moneda: que es la caridad. Los pobres han de ser los destinatarios privilegiados del Evangelio. Necesitamos descubrir desde los ojos de Jesús las pobrezas que nos rodean -especialmente las escondidas- y las causas que las provocan. Debemos descubrir los pobres que tenemos cerca de nosotros y ayudar a otros a verlos. Por lo tanto el cristiano de este siglo, y de cualquier momento histórico, no se entiende sin esta inquietud respecto a su entorno, que no es sino un reflejo de sí mismo.
¿Cuál es su mensaje para los voluntarios y trabajadores de Cáritas en Málaga?
En primer lugar, quisiera agradecer a todos los colaboradores, voluntarios y profesionales que hacen posible el proyecto de Cáritas. En mi vida ministerial he podido comprobar de manera tangible y real la gran experiencia de fe vivida por muchos hermanos que han pasado por el dolor de la pobreza material. Por ello animo a todas las personas que participan en Cáritas a que demos a los pobres el alimento espiritual que necesitan. Y lo que es más importante, es necesario que nos dejemos evangelizar por los pobres. Sí, en ellos, y a través de ellos, nos habla Dios.
Ana María Medina