De nuevo la clonación: condena y esperanza

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El sacerdote jesuita y catedrático emérito de Bioquímica y Biología Molecular, Ignacio Núñez de Castro, reflexiona sobre la clonación. Recuerda que el término pre-embrión, no ha sido aceptado por la comunidad científica y su uso en castellano es una trampa más para obviar la dignidad debida al embrión. En los comunicados de prensa nunca se dice que para la obtención de células troncales embrionarias hay que destruir un embrión humano.

Desde hace unos años, los medios de comunicación social se hacen eco de que se ha logrado la clonación de embriones humanos. La clonación es uno de los problemas bioéticos que más ha sacudido a la opinión pública, llamada eufemísticamente clonación terapéutica y otras veces, «transferencia nuclear»; existe un consenso universal de no aplicar estas técnicas a la reproducción humana. Últimamente, aunque con algunas reservas a pesar de la seriedad de la revista Cell, un grupo de científicos en Estados Unidos, dirigido por el Prof. Mitalipov de la Universidad de Oregón, ha logrado células madre embrionarias por transferencia nuclear.

El impacto social de la posible utilización de las células madre o troncales se debe fundamentalmente a las expectativas, unas veces razonables otras veces precipitadas o falsas, de obtención de tejidos humanos que puedan reemplazar a los dañados en algunas enfermedades. Estas expectativas son comprensibles y justificadas por quienes las padecen, los cuales desgraciadamente han sido, una vez más, victimas de aquellos que, teniendo una mayor responsabilidad, han hecho del debate bioético un debate ideológico, teñido en nuestro país de fuertes connotaciones políticas.

Hace tiempo que algunos investigadores y pensadores han apostado por el imperativo tecnológico: «se debe llevar a la práctica todo lo que es técnicamente posible»; para ellos la tecno- ciencia debe estar más allá del bien y del mal. En el proceso de obtención de embriones por transferencia nuclear se utilizan ovocitos enucleados a los que se ha substituido su núcleo por el núcleo de células diferenciadas adultas desprogramadas; técnica llevada a cabo para la clonación de la popular ovejita Dolly por Ian Wilmut en Febrero de 1997.

El potencial de obtención de células diferenciadas o especializadas a partir de células embrionarias es muy amplio, no podemos olvidar que los más de doscientos tipos diferentes de células de un organismo humano adulto derivan de estas células originarias. Sin embargo, es natural que el uso de las células madre embrionarias sea considerado éticamente negativo, pues para la obtención de las mismas es necesaria la destrucción de un embrión humano, aún no implantado en el seno materno. El término pre-embrión, no ha sido aceptado por la comunidad científica y su uso en castellano es una trampa más para obviar la dignidad debida al embrión. En los comunicados de prensa nunca se dice que para la obtención de células troncales embrionarias hay que destruir un embrión humano.

A pesar del juicio negativo sobre la clonación terapéutica queda abierta la esperanza, pues en la investigación con las células madre adultas del propio individuo hay una gran alternativa, este injerto autólogo no presentaría ningún inconveniente inmunológico, siempre que se controlen con

todo rigor los riesgos de proliferación desordenada y mutaciones, e igualmente no habría ninguna reserva ética, pues no es necesario destruir embriones. El doctor japonés Shinya Yamanaka (premio Nobel de Medicina en 2012) comunicó en el año 2007 que había obtenido células humanas desprogramadas sin destruir embriones: las células pluripotentes inducidas. Él mismo refiere al The New York Times que al ver un embrión por el microscopio «enseguida me di cuenta de que había muy poca diferencia entre el embrión y mis hijas»… y «pensé no podemos seguir destruyendo embriones». «Tiene que haber otra camino». De hecho, el Dr. Yamanaka ha encontrado ese camino esperanzador, aunque todavía es muy pronto para lanzar todas las campañas al vuelo.

Ignacio Núñez de Castro, S.I

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