
Confieso que el título de El alféizar de este lunes resultó fácil encontrarlo; también el enfoque: hay sucesión episcopal, entre dos hombres designados por el Papa para ejercer como obispos en Málaga.
Me llama la atención que tanto los apellidos de los obispos Catalá y Satué vengan rematados por la vocal a y e; sugieren continuidad apostólica.
Pretendo evitar cualquier atisbo de laudatio; palabra que, por cierto, el corrector del ordenador no reconoce mientras escribo el artículo. Acabo de agregarla al diccionario para enriquecerlo con el lenguaje oficial de la Iglesia Católica.
Ahora bien, reconozco que la designación episcopal del hasta ahora obispo de Teruel para Málaga me gusta. Mucho. Quienes me conocen sabían que pensaba, desde hace meses, ante el natural relevo episcopal, que Mons. Satué podría hacerlo bien en la diócesis de Málaga.
Desconozco, si quien suceda a Mons. Satué llevará la vocal i en su apellido, así que dejémonos de futuribles y centrémonos en el presente: este es el apellido episcopal que tenemos y espero que, por años, ya que el nuevo prelado malagueño, hijo de Estanislao Satué y de Joaquina Huerto, oriundo de la localidad oscense de Sesa, ha venido para quedarse entre nosotros; eso sí, el tiempo que Dios desee.
Málaga es diócesis acogedora y ha tenido excelentes pastores, algunos de ellos elevados a los altares. A esta iglesia local llega un aragonés hijo de la transición que sucede a otro obispo, en este caso, valenciano, hijo de la posguerra.
Sin embargo, Málaga también es diócesis compleja ante la que se enfrenta quien fuera nombrado obispo en 2021 por Francisco. Llegará el 13 de septiembre, a cinco días, de cumplir su aniversario episcopal. No hay quinto malo. Así que, a celebrarlo como evangelios vivos a piel de calle con el nuevo pastor aragonés al frente.