Cuaresma, tiempo para renovar la caridad (Catedral-Málaga)

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Homilía de Mons. Catalá pronunciada en la Misa celebrada en la Catedral de Málaga el Miércoles de Ceniza de 2023

MIÉRCOLES DE CENIZA

(Catedral, 22 febrero 2023) 

Lecturas: Jl 2, 12-18; Sal 50, 3-6.12-14.17; 2 Co 5, 20 − 6, 2; Mt 6, 1-6.16-18.

Cuaresma, tiempo para renovar la caridad.

1.- La Cuaresma, que hoy iniciamos, es el tiempo litúrgico especial que nos prepara para la celebración de la Pascua. Es tiempo de conversión, para abandonar lo que nos aparta de Dios y dirigir nuestro corazón hacia el amor divino. Por eso le hemos pedido al Señor: «Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme» (Sal 50, 12). Solo Dios puede renovar nuestro corazón, perdonar nuestro pecado y apiadarse de nuestra miseria. Solo Él puede acercarse a nosotros para darnos su aliento de vida; por eso le pedimos: «No me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu» (Sal 50, 13).

El Salmo proclamado nos ha invitado a pedir perdón a Dios de nuestros pecados: «Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado» (Sal 50, 3-4). Ciertamente hemos de reconocer que hemos pecado y que lo tenemos presente (cf. Sal 50, 5).

La Cuaresma es también tiempo para dedicarnos a una mayor escucha y meditación de la Palabra de Dios, que ilumina nuestra vida.

2.- La Iglesia nos invita a vivir el sentido mistérico de la Cuaresma. El signo de los “cuarenta días” cuaresmales está en relación con el misterio del “éxodo” del pueblo de Israel, que anduvo por el desierto durante cuarenta años hasta entrar en la tierra prometida (cf. Am 2, 10; Hch 7, 36).

A los cristianos se nos exhorta a vivir el camino cuaresmal como itinerario hacia la Pascua, para celebrar con gozo la salvación que Cristo nos ha traído con su pasión y muerte, y nos ha concedido con su resurrección.

Se trata de un “itinerario bautismal”, que está en estrecha relación con los sacramentos de la iniciación cristiana. El bautizado se sumerge en el misterio pascual de Cristo, en su muerte y resurrección, quedando injertado en Él como el sarmiento a la vid (cf. Jn 15, 1-6); porque separados de Cristo no podemos nada. Tenemos que estar injertados en Él para alimentarnos de su vida.

3.- La cuaresma es tiempo especial para la práctica de la caridad. Ésta es don de Dios, que da sentido a nuestra vida. “Lo que tenemos, si lo compartimos con amor, no se acaba nunca, sino que se transforma en una reserva de vida y de felicidad. Así sucedió con la harina y el aceite de la viuda de Sarepta, que dio el pan al profeta Elías (cf. 1 Re 17, 7-16); y con los panes que Jesús bendijo, partió y dio a los discípulos para que los distribuyeran entre la gente (cf. Mc 6, 30-44). Así sucede con nuestra limosna, ya sea grande o pequeña, si la damos con gozo y sencillez” (Papa Francisco, Mensaje para la Cuaresma de 2021. Roma, 11.11. 2020).

La caridad sintoniza con el hermano: se alegra cuando el otro está alegre y sufre cuando el otro está necesitado y angustiado; cuando está enfermo, sin hogar, despreciado. La caridad nos hace salir de nosotros mismos y suscita la cooperación y la comunión.

“La caridad, con su dinamismo universal, puede construir un mundo nuevo, porque no es un sentimiento estéril, sino la mejor manera de lograr caminos eficaces de desarrollo para todos” (Fratelli tutti, 183).

4.- El Señor, queridos hermanos, nos invita a vivir una cuaresma de caridad, para cuidar a quienes sufren, están abandonados, angustiados, exiliados, menospreciados. Nuestra caridad puede renovar la fe y la confianza del otro y hacer que vuelva a sentirse amado por Dios como a un hijo.

Dice el Papa: «Sólo con una mirada cuyo horizonte esté transformado por la caridad, que le lleva a percibir la dignidad del otro, los pobres son descubiertos y valorados en su inmensa dignidad, respetados en su estilo propio y en su cultura y, por lo tanto, verdaderamente integrados en la sociedad» (Fratelli tutti, 187). A esto estamos invitados.

La Cuaresma es un camino de oración, de conversión, de penitencia y una llamada a compartir nuestros bienes con los más necesitados. La fe en Cristo nos da esperanza y nos anima a vivir su amor, compartiéndolo con los demás.

5.- La Iglesia nos ofrece el rito litúrgico de la imposición de la Ceniza, que haremos a continuación, por el que reconocemos nuestra fragilidad y nuestra condición de pecadores. Todos necesitamos ser curados y redimidos por la misericordia de Dios; nadie está exento de pecado. Todos somos frágiles y todos necesitamos el amor y el perdón de Dios.

Lejos de ser un gesto puramente exterior, la recepción de la ceniza en nuestras cabezas es signo de la actitud de un corazón penitente, llamado a recorrer el itinerario cuaresmal como camino de conversión, de renovación y de acercamiento a Dios, que nos llama como el Padre misericordioso que espera con amor a su hijo perdido, que se alejó de casa (cf. Lc 15, 20).

Pedimos a Santa María, Madre de Cristo redentor, que nos acompañe en este camino cuaresmal, que hoy empezamos, y cuide de nosotros con su presencia materna, ayudándonos a ser generosos ante las necesidades de nuestros hermanos. Amén.

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