CARTA ABIERTA. Alejandro Pérez Verdugo, delegado de Liturgia, con motivo de la Cuaresma.
La Iglesia nos regala la Cuaresma como tiempo litúrgico de preparación para recibir los sacramentos de la Iniciación Cristiana y renovar las promesas bautismales en Pascua. Este año destacaremos algunos signos llamativos para estos 40 días de penitencia. Gloria, aleluya, flores, misas votivas y por diversas necesidades, te Deum, música… ¿por qué la normativa litúrgica lo suprime, salvo excepciones, durante estas seis semanas?
La razón fundamental es que el “desierto cuaresmal” se caracteriza por la austeridad, la penitencia y la purificación, no por la tristeza, y, por ello, estos signos tradicionales siguen teniendo sentido.
La ausencia de flores, elemento festivo de la ornamentación litúrgica, contribuye a la seriedad y a la preparación para la fiesta. El cuarto domingo, discretamente, se puede adornar la iglesia con flores para mostrar la alegría de ese domingo. El Aleluya, aclamación festiva de alabanza a Cristo Resucitado, se reserva, desde siglos, para cantarlo solemnemente en la vigilia pascual, cuando se proclame el evangelio más importante del año: el de la Resurrección de Cristo. El mismo sentido tiene la supresión del himno del Gloria, canto de alabanza; igualmente el te Deum. La música, otro elemento festivo en la liturgia, se reduce al acompañamiento de los cantos, para no distraernos de lo esencial y mantener la sobriedad del tiempo. El morado en las vestiduras litúrgicas apunta, simbólicamente, a la penitencia y al dolor, de ahí que también se use en las celebraciones penitenciales, exequias…
Estos signos festivos volverán con la Vigilia Pascual. Poner en marcha esta pedagogía de los signos simbólicos en las iglesias es clave para pasar a través de la conversión y de la muerte al pecado. De ahí que, además, en el presbiterio se podría destacar la presencia de la cruz.
El ayuno, la limosna y la oración, junto a estos signos litúrgicos y otros como la ceniza, la abstinencia de comer carne los viernes, etc… son medios eclesiales que ayudan a todos para vivir lo más importante de la Cuaresma: la Eucaristía y la escucha de la Palabra de Dios, la conversión y el sacramento de la reconciliación. Y todo con la mirada puesta en la cruz con un objetivo fundamental: alcanzar la Pascua.
Con la ceniza recibiremos la llamada evangélica a la conversión cuando escuchemos “conviértete…”. A esta siguen las palabras “…y cree en el Evangelio”, que nos llaman a la fe o al reinicio de la fe. La Cuaresma es tiempo de conversión y evangelización.