Aunque, fisiológicamente hablando, el corazón no sea más que una bomba para impulsar la sangre, casi todas las culturas antiguas le adjudicaron una función especialísima como centro de la voluntad, la conciencia y los afectos.
La excepción más notoria la encontramos en la Grecia y Roma clásicas, que no dotaron a este órgano de simbolismo alguno. No sería hasta la época del Renacimiento, cuando la iconografía cristiana lo adoptó como representación de la caridad y el amor. En este contexto, debemos rastrear la devoción al Sagrado Corazón de Jesús que quiere hacer patente el desmedido afecto de Jesús por la humanidad, siendo sus principales promotores santa Margarita María de Alacoque y san Juan de Eudes, en el siglo XVII.
Con todo, no sería hasta entrado el siglo XIX, cuando esta devoción se difundió de forma extraordinaria por todo el mundo católico, siendo los canónigos de la Catedral malacitana unos verdaderos adelantados en esta cuestión. Esto se deduce de las anotaciones pertenecientes a sus actas capitulares. Concretamente, en sesión mantenida el 1 de junio de 1796, en unas fechas en las que todavía no habían fraguado las disposiciones litúrgicas al respecto, se consigna lo siguiente: El señor (arcediano de) Málaga dijo que el día 3 del presente, se rezaba por la primera vez del Corazón de Jesús y que era necesario determinase el Cabildo cómo debía celebrarse esta festividad. Y el Cabildo acordó fuese del mismo modo que la Corona de Espinas y que, de esta determinación, se diese aviso a la sacristía.
Alberto Palomo