Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en las confirmaciones en la parroquia de Nª Sª de los Dolores en Villanueva del Trabuco el 13 de octubre de 2012.
CONFIRMACIONES EN LA PARROQUIA
DE NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES
(Villanueva del Trabuco, 13 octubre 2012)
Lecturas: Sb 7, 7-11; Sal 89; Hb 4, 12-13; Mc 10, 17-30.
1.- Deseo saludar fraternalmente, en primer lugar, a D. Víctor-Hugo, el párroco, y a D. Rafael, párroco de Cortes de la Frontera; y al diácono permanente me acompaña.
Y a todos vosotros, fieles cristianos de esta comunidad de Villanueva del Trabuco, que os unís en buen número a participar de esta celebración en la que vamos a confirmar a este grupo de fieles.
Voy intentar centrar las lecturas de hoy en dos preguntas. La primera va dirigida a todos vosotros. Si Dios os dijera: “Pedidme lo que queráis, que os lo voy a conceder”. Primero le pregunto a los confirmandos: ¿qué le pediríais a Dios con la certeza de que os lo va a dar? Les damos primeramente la oportunidad a los confirmandos, pero luego quiero que participéis los fieles.
Confirmandos: ¿qué pediríais a Dios? (Respuestas de los confirmandos: Que no hubiera más guerras, buena salud, que se curasen todos los enfermos, que todos los pobres no pasaran hambre). Muy bien, son peticiones que Dios entendería y que ese grupo de personas pues tendrían lo que habéis pedido. Pero, por ejemplo, si los pobres no pasan hambre, los enfermos siguen enfermos; si a los enfermos los curáis, los pobres siguen pasando hambre. ¿No es eso? Es decir, si hacemos una petición esa petición suele ser parcial. Si pedimos por unos los otros quedan fuera.
¿Qué otra cosa podríamos pedir al Señor? Esta vez para nosotros. Fieles más maduros de la comunidad: ¿qué pediríais al Señor para vosotros? (Respuesta de un fiel: que fuéramos más firmes en lo religioso). Unos pedirían trabajo, otros familia, otros pedirían paz interna, otros pedirían a los gobernantes cosas. A ver, otra respuesta: (Respuesta de un fiel: tener más fe). Muy bien, tener más fe, pero acompañada de algo más, de amor, porque si no va acompañada de amor no es verdadera fe.
2.- El autor del libro de la Sabiduría, ¿qué le pide a Dios? Le pide: “dame la sabiduría” (cf. Sab 7,7). ¿Recordáis al Rey Salomón, el gran rey espléndido, hijo de David, que bajo su reinado el Reino de Israel adquirió el momento más esplendoroso de toda su época?
¿Sabéis que le pidió Salomón a Dios en una oración preciosa, que os recomiendo que hagáis vuestra cuando lleguéis a casa este fin de semana? Salomón le pidió a Dios sabiduría. Imaginad un rey que la ambición que tiene es poder, dinero, honores, fuerza, vencer a los enemigos. Eso es lo que pretende un rey, hablamos de la época de Salomón. Lo mismo que podía pedir hoy un jefe de naciones.
Y, ¿sabéis qué le contestó Dios? Por haber pedido sabiduría te la voy a conceder, porque no me has pedido ni oro, ni bienes, ni derrota contra tus enemigos. No me has pedido nada de eso. Me has pedido la sabiduría y te la voy a conceder. Te voy a dar como nadie más ha tenido inteligencia antes que tú (cf. Sab 7, 7-30). Y fue un gran gobernante. Esa sabiduría le trajo, indirectamente después, riqueza, fama, poder, honor, triunfo con todos los enemigos, porque fue un rey muy prudente.
Hoy creo que nos está pidiendo las lecturas que le digamos al Señor: “Dadnos la sabiduría”. ¿Qué es la sabiduría?
3.- Esta tarde, queridos confirmandos, vais a recibir en plenitud los dones del Espíritu Santo. A ver si sabéis decirme al menos algunos. Hay siete dones del Espíritu, siete. A ver Espíritu de… (Respuesta de los confirmandos: sabiduría, consejo, fortaleza, ciencia, temor de Dios, piedad.
La sociedad nos dice que la felicidad está en tener oro y plata. Pero no nos engañemos; no está la felicidad ahí. Hay más infelicidad en muchos que tienen mucho dinero, que en otros que tienen muy poco. Luego no está la felicidad ahí.
Le pedimos esta tarde al Señor que nos conceda la sabiduría de Dios, los dones del Espíritu, la presencia de Cristo en nuestras vidas, la luz de Cristo que ilumina todas las cosas. Porque esa sabiduría nos ayudaría a saber estar en todas las circunstancias y situaciones de nuestra vida: en la familia, en el trabajo, en la escuela, en la calle, con los vecinos, en la sociedad, en la política. Nos daría una visión mucho más rica y más penetrante que las simples opiniones que nos dan por ahí los medios de comunicación. La sabiduría, lo que vais a recibir esta tarde.
Damos gracias a Dios porque vais a recibir el don de la sabiduría con los demás dones del Espíritu Santo.
4.- La segunda pregunta se refiere a la felicidad. Un joven muy rico, que según la sociedad tendría que ser feliz por el hecho de ser rico, se acercó al Maestro y le preguntó: Maestro, ¿yo cómo puedo ser feliz? ¿Cómo puedo alcanzar la vida eterna? (cf. Mc 10,17).
Y Jesús le respondió: «Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre» (Mc 10,19). No mates a ningún ser humano, sea un bebé en el seno materno, ya sea un viejecito que babea. No robes. Respeta tu cuerpo y el de los demás. No digas mentiras. Respeta los bienes ajenos. Cumple los mandamientos, tendrás la vida eterna y serás feliz.
Y el joven rico respondió: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud» (Mc 10, 20). Es decir, el joven rico quiere más, quiere ser más feliz, quiere vivir más en profundidad. Entonces Jesús le contestó: «Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme» (Mc 10, 21). Pero este joven muy rico agachó la cabeza y se marchó porque le dolía perder su dinero (cf. Mc 10, 22).
¿Dónde está la felicidad? ¿Hay alguien de los que estáis aquí que no quiera ser feliz? ¡Que levante la mano! ¡No veo manos levantadas! ¿Hay alguien en Villanueva del Trabuco, en las otras Villanuevas, o en otras poblaciones de Málaga alguien que no quiera ser feliz? Vemos que todos queremos ser felices.
5.- Todos queremos ser felices en esta vida y en la otra. No solamente en la otra vida, aquí también. Y ¿por qué no le decimos al no creyente, al agnóstico, al no practicante que nosotros somos felices siendo cristianos? Hemos encontrado sentido a nuestra vida; la fe nos ayuda a vivir; la relación con Dios, que es Sabiduría nos llena de luz.
¿Por qué no somos más felices? ¿Alguien puede contestar? Pues está muy claro; porque, aunque decimos que sí en nuestra mente, no vivimos de corazón lo que profesamos con los labios. Hay que combinar las tres: lo que digo que creo con la cabeza, debo creerlo con el corazón y debo profesarlo con los labios. Pero si no es así, no acabamos de ser felices. En la medida que lo que creemos lo vivamos y lo pongamos en práctica en esa misma medida seriamos más felices.
6.- Hoy celebramos un acto muy hermoso y especial: se trata de un encuentro con el Señor, que es la Sabiduría; y el Él os va a llenar con sus dones.
Imaginad que habéis entrado por la puerta con el corazón y las manos en forma de cuenco para que el Señor os la llene. No esperéis que la llene de oro ni de plata; hemos dicho que eso es como la arena. Os la va a llenar de otro regalo mucho más precioso: los dones del Espíritu.
Saldréis de la Iglesia con el corazón lleno y con las manos llenas. Si sabéis apreciar estos dones, os darán más felicidad que todo el oro del mundo.
Esto es una celebración; vamos a celebrar que Dios os va a regalar sus dones, nada menos que su Espíritu, los dones del Espíritu Santo, o el don del Espíritu. El Espíritu que se concretiza en distintos dones.
Veo que tenéis en vuestras manos el cirio, signo de vuestro bautismo. Vais a renovar las promesas bautismales. Ahora encendéis vuestra candela de la luz del Cirio Pascual. Esa luz significa la luz de la fe; caminar a la luz de la fe es caminar como si fuera a pleno día, a la luz del sol de mediodía. Y caminar sin esa luz es como si camináramos en plena tiniebla, dando tumbos y tropezando por todas partes.
Haced ahora profesión de vuestra fe y procurad que la luz que recibisteis en el bautismo no se os apegue nunca. Cuando encendáis la vela haced esa petición: “Señor, que esta luz no se me apegue nunca”. Amén.