
José Antonio Fernández, profesor de los Centros Teológicos de la Diócesis de Málaga, ayuda a profundizar en el evangelio del Domingo IV de Adviento, 24 de diciembre de 2023 (Lc. 1, 26-38)
Si Juan el Bautista es una figura iniciadora del Adviento, María es la figura que lleva a plenitud el Misterio y la actitud de este tiempo litúrgico.
El Señor había prometido al rey David una dinastía que duraría para siempre porque de su descendencia surgiría el Mesías que traería la justicia, la paz y la concordia. Esta promesa se cumple finalmente con el nacimiento de Jesús. Dios liberaría a su pueblo, nada menos que por medio de su propio Hijo. Era el principio del cumplimiento. Para ser uno de nosotros, Dios respeta la libertad de María y pide su aceptación.
La disposición de María para ser instrumento de la voluntad de Dios, su humildad y su confianza son ejemplos inspiradores para nosotros. Su respuesta de entrega y obediencia resalta la importancia de estar dispuestos a responder a la llamada divina con fe y humildad, incluso cuando lo que se nos pide puede resultar difícil de comprender o llevar a cabo. No se le pide un imposible, porque todo es posible para Dios, sino una actitud confiada para que Dios pueda actuar por nosotros, para nosotros. Porque Dios nos ha creado libres, y eso significa que confía en nosotros, en nuestra aceptación y colaboración, en nuestro amor como respuesta a su amor. No ha elegido Dios lo grande de este mundo, sino lo pequeño, para estar con nosotros. María es la que hace sensible y humano el Adviento y la Navidad. Dios toma la iniciativa de construirse una “morada”, una casa, una dinastía, en la casa de María de Nazaret, una mujer del pueblo, de los sin nombre, de los sin historia.
La disposición y la fe de María es un ejemplo para todos los que desean seguir la voluntad de Dios en sus vidas. Dios nos pide nuestra colaboración para que se haga realidad su paz y su amor entre nosotros. Con y por medio de Jesús, el Enmanuel, el Dios con nosotros.