Comentario en texto del Evangelio, por Micaela Bunes O.P.

Diócesis de Málaga
Diócesis de Málagahttps://www.diocesismalaga.es/
La diócesis de Málaga es una sede episcopal dependiente de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Málaga.

Micaela Bunes Portillo OP, de la Fraternidad Laical de Santo Domingo de Murcia, ayuda a profundizar en el Evangelio de hoy, (Lc 11, 14-23).

Los milagros de Jesús nos indican la presencia activa del Reino tanto en cuanto todos podían ver sus beneficios. ¿Todos? No todos. Algunos presentaban resistencias. Viene a mí un recuerdo infantil con el que comenzaban las historias del pequeño guerrero galo, Astérix, cabecilla de un puñado de aldeanos que mantuvieron duras batallas frente a los invasores romanos, venciendo sistemáticamente a sus entrenadísimas legiones. Este recuerdo me hace sonreír, aunque el Evangelio nos sitúa en medio del gran drama humano.

Los milagros eran muy frecuentes en la época de Jesús y ahora no. Y yo me pregunto por qué y entiendo que hoy nos debe pasar algo parecido a lo que nos narra el evangelio de Lucas en el capítulo anterior, en el que vemos a Jesús contrariado en su visita a las ciudades situadas a orillas del lago de Galilea, en las que conjuró: ¡Ay de ti Corozaín, ay de ti Betsaida!, porque si en Tiro y Sidón se hubiesen hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido… Nuestra propia conversión sigue siendo una asignatura pendiente. En la escena de este nuevo capítulo de Lucas pasa algo parecido: los asistentes al exorcismo se muestran escépticos ante lo que ven sus ojos.

La presencia y la expansión del Reino también tiene como resultado la expulsión del mal. Cuando el Reino se expande, el mal es desplazado hasta su precipitación al vacío, como cuenta Marcos en el capítulo quinto de su Evangelio. La expulsión del mal, que es en lo que consiste el exorcismo, no se realiza ‘a palos’ en ninguna batalla cruenta como las que hemos visto en malas películas, sino ante la sola presencia del bien, del Reino y del poder de Dios manifestado en su amor. Esta poderosa presencia en Jesús hace que el mudo recobre el habla, liberándolo de su esclavitud: la del silenciamiento de la verdad y su sustitución por los falaces argumentos de la mentira, como los argumentos acusadores escuchados en la escena evangélica.

Jesús curaba a los enfermos y expulsaba el mal, compadecido del sufrimiento humano, de su desfigurada apariencia. En uno y otro caso, la actitud de la persona sanada o liberada, no era la misma. El enfermo pedía su curación, el esclavizado no podía hacerlo: el mal hablaba con ofuscación por él, transformándolo en alguien irreconocible. De ahí las conductas enajenadas mostradas por los endemoniados del Evangelio. Hoy, su efecto, silenció la réplica del mudo liberado por Jesús y solo escuchamos al acusador, que es otro de los términos con el que se reconoce a Satanás en la escritura. El mal arma mucho ruido, ruido que nos impide escuchar al que ha recobrado el habla en el Evangelio: ¡Ojalá pudiéramos escuchar su voz!

El Reino está en medio de nosotros y está en todos nosotros, enviados a la predicación. Acciones como las que hemos leído en el Evangelio, son las que acompañan a la predicación y son ellas mismas predicación. Jesús nos dice que vayamos tranquilos, confiados en el poder del bien.

Dña. Micaela Bunes Portillo OP
Fraternidad Laical de Santo Domingo de Murcia

Ver este artículo en la web de la diócesis

Contenido relacionado

Nos rezamos cantando, con Javi Sánchez

NoticiaPodcasts diocesanos ...

Comentario en texto al Evangelio, por Daniel Harillo

El profesor de los Centros Teológicos de la Diócesis de Málaga...

El Intermies reúne en Málaga a cerca de 400 personas

La asociación Misioneros de la Esperanza (MIES) ha celebrado su encuentro...

Enlaces de interés