
El rector del Seminario diocesano y profesor de los centros teológicos diocesanos Juan Manuel Ortiz Palomo invita a profundizar en el evangelio de este domingo, 14 de septiembre, Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz (Jn 3, 13-17).
Este domingo interrumpimos el ritmo habitual de las celebraciones dominicales para dar paso a una fiesta, la de la Exaltación de la Santa Cruz. Nuestra fe cristiana no se puede entender sin la cruz de Cristo, pues en ella está la clave de nuestra salvación. De ahí que hoy la celebremos especialmente.
El evangelio de Juan sitúa en el árbol de la cruz el trono desde donde reina Cristo, donde es elevado para repartir su amor y su misericordia a todos los pueblos. Eso hace de este instrumento de tortura y muerte la fuente de la salvación, la expresión del amor del Padre por todos nosotros, sus hijos de adopción. La razón de ser de la presencia del “Dios-con-nosotros”, de Jesucristo en el mundo, es ser fuente de la salvación para la gran familia de la humanidad. El encarnó el amor de Dios en su vida, pero sobre todo en su muerte redentora. Él entregó su vida para que no perdamos la vida ninguno de nosotros. Esa esperanza es la que nos lleva a celebrar esta fiesta, a ver en la cruz redentora la mayor muestra de amor que nadie ha tenido: llegar a dar la vida por nosotros, por sus amigos. Pero además de esa vista horizontal hacia el amor que nos viene del cielo, en la cruz de Cristo encontramos la dimensión vertical, la fraternidad de sabernos hermanos de todas las personas que forman parte de esa humanidad por la que el Señor ha entregado la vida. “Obras son amores”, nos dice el refrán. Ojalá que nuestra vida sea transparencia del amor entregado en el árbol de la vida, en el árbol de la cruz. Para con Dios y para todas las personas, nuestros hermanos.