
La profesora de los centros teológicos Cati Salvador invita a profundizar en el Evangelio de este Domingo de Resurrección, 20 de abril de 2025 (Jn 20, 1-9).
Es el “primer día de la semana” y la tumba está vacía… Nada es definitivo en esta vida, ni siquiera la muerte… Comienza la VIDA, fruto de la conversión.
Tres personajes centrales en este texto, María Magdalena, Pedro y Juan, llegan a la tumba y miran. Tres miradas distintas a la tumba vacía y a la Resurrección: María, que sale cuando aún está oscuro (desde la oscuridad del dolor por la pérdida), tiene una mirada superficial (velada) y una interpretación juiciosa: «se lo han llevado…». Pedro observa los detalles, analiza, investiga qué ha podido pasar y queda expectante. La tercera mirada es la de Juan, una mirada contemplativa, intuitiva. Juan vio, y más allá de lo material.
Así de rotunda es la fe: ver sin ver, intuir, contemplar y creer… Así de rotunda es la Resurrección: dar un paso más a la fe.
Estamos llamados a creer en la Resurrección y esta fe requiere, con la ayuda del Espíritu Santo, de un “estar dispuesto” a ir más allá de lo meramente corporal o material, ir hacia una vivencia espiritual, hacia la luz que ilumina todas las oscuridades.
La fe en la Resurrección es un proceso lleno de vida que requiere una búsqueda activa, no reducida al cumplimiento de leyes y normas, sino vivida según el Espíritu de Jesús, desde el amor y para el amor.
Como María Magdalena, Pedro y Juan, estamos invitados, en este primer día de Pascua, a iniciar un camino de superación; estamos invitados a superar los miedos, a “mover la piedra” de los egoísmos, de las injusticias, a abrirnos a la nueva vida y a lo que ella trae: amor a raudales y fraternidad.