El delegado de Medios de Comunicación Social, el sacerdote Rafael Pérez Pallarés, invita a profundizar en el Evangelio de hoy, en la Misa de Nochebuena (Lc 2, 1-14).
Por la ruta que va de Nazaret a Belén (de una ciudad desconocida hasta el pueblo de David, que tenía más renombre que importancia real) caminan dos jovenzuelos: José, que lleva con honor el apellido del gran rey, y María, que camina encinta.
Nuestras imágenes nos presentan a la Virgen con una gran panza, a punto de dar a luz. En cambio, una lectura sosegada del texto (y un poco de lógica) nos invita a pensar de otra manera: después de un viaje a pie de más de cien kilómetros es fácil suponer que la pareja se estuviera en casa de la familia de José algún tiempo, estando además María encinta. Difícilmente llegarían para censarse y volver rápidamente. Por lo tanto, viajó embarazada, y seguramente con grandes dificultades, pero no con las contracciones del parto.
A partir de aquí, el texto es sencillo y complicado al mismo tiempo. Sencillo porque simplemente nos cuenta que el niño nace, y como era costumbre, se envolvió en pañales. Complicado porque aparece la expresión «no había sitio para ellos en la posada». Los habitantes actuales de Tierra Santa explican, de manera vehemente, que la palabra que se traduce por posada indica más bien la parte interior de una casa de la época, y que para que el recién parido y su madre estuvieran más tranquilos, se les habilitó sitio en la parte delantera, donde normalmente vivían los animales. Por tanto, el texto indica sencillez, pobreza, ternura y acogida. Un buen programa espiritual para la Navidad.
