El profesor de los Centros Teológicos diocesanos Pedro Leiva invita a profundizar en el evangelio de hoy, 22 de diciembre, (Lc 1, 39-45).
El evangelio de hoy narra la escena conocida como la Visitación. Se trata de la visita de María a su prima Isabel. La frase clave es la pronunciada por Isabel: «¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?». Es un reconocimiento de la identidad divina de la criatura que María lleva en su vientre: Jesús. Él es el Señor. Con ello se manifiesta también quién es María: la madre del Señor.
El Concilio Vaticano II nos dice respecto a María que no debemos exagerar su papel, pero tampoco debemos quedarnos cortos en el reconocimiento de su singularidad. La trascendencia de la figura de María le viene justo de su «hágase» a los planes de Dios, posibilitando así la Encarnación de su Hijo. María no ocupa el lugar de Jesús en la vida del creyente, pero es nada más y nada menos que quien con su disponibilidad ha traído a Jesús al mundo, quien nos lo entrega, quien intercede por nosotros, quien nos invita a seguirle. «Haced lo que él os diga», dirá a los de las Bodas de Caná.
Por su parte, Jesús es el Señor. Como una iluminación de lo alto, Isabel ha podido reconocerlo. Esa iluminación tiene que ver con el hecho de que ella, a su vez, lleva en su seno al que será el profeta que preparará el camino a Jesús: Juan Bautista, que saltó en el vientre de su madre al oír el saludo de la Virgen. Su reconocimiento del Señor nos lleva a la pregunta que Jesús más adelante hará a los discípulos: «¿Quién decís que soy yo?» También es una pregunta para nosotros hoy.