
La profesora de los Centros Teológicos Agustina Sánchez Fernández invita a profundizar en el Evangelio de este domingo, (Lucas 10, 25-37).
El evangelio de este domingo relata el encuentro de Jesús con un maestro de la ley. Ambos mantienen un diálogo sobre el gran mandamiento: el amor a Dios y al prójimo, pero la verdadera intención del letrado fue poner a Jesús en un aprieto para ver si sus respuestas serían de un verdadero rabí o de un embaucador. El letrado le hace la primera pregunta a Jesús: «¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?», a lo que Jesús le contesta con otra pregunta: «¿Qué es lo que está escrito en la ley?». Jesús afirma lo correcto de la respuesta del letrado y con una pequeña frase, «haz eso y vivirás», da por concluido el diálogo; sin embargo, el maestro de la ley le formula una segunda pregunta: «¿Quién es mi prójimo?». Ante esta pregunta, Jesús lo aclara con la parábola del Buen Samaritano, una historia apasionante donde deja claro que el prójimo es toda persona que necesite nuestra ayuda y comprensión, sin tener en cuenta la raza, el pueblo, la religión. La proximidad no la determinan las leyes sino el corazón y el amor, pues el sacerdote y el levita con su actitud no hacen sino cumplir la ley al no poder tocar un cadáver, por eso dan un rodeo. En cambio, el samaritano, considerado impuro, actúa con misericordia. El amor es la norma suprema de nuestra conducta. Jesús quiere invitarnos a cada uno de nosotros a caminar hacia Dios hasta la salvación plena, por eso le dice y nos dice: «Anda, haz tú lo mismo».